April se levantó sobresaltada por la música proveniente de algún lugar cercano a su oído. Alguna música demasiado alta. Mucho. ¿Pero qué era? No lograba identificarla, estaba demasiado adormilada. Echó una mirada a su reloj. 6:28 de la mañana. El despertador estaba a punto de sonar, entonces, ¿Qué era lo que se escuchaba tanto?
Esperó unos segundos y logró averiguar de qué se trataba. Avril Lavigne estaba cantando a todo volumen “Hot”. Espera… ¿Ese era el tono de Caleb no?
Irradiando nada más que felicidad, tomó su celular y leyó el mensaje que acababa de
recibir.
Hola April, ¿Cómo estás? Espero que bien, guapa.
¿Te he dicho que eres hermosa? No creo que lo suficiente.
Te aviso que la directora nos tiene preparado un castigo por haber fallado la misión. Emocionante ¿no? Por lo que me haces pasar tú, señorita. Esos castigos son lo peor que puede pasarte en la Academia ¿Por qué? Dos palabras: Aburrición total. Ni siquiera podremos visitar a Gabe antes… Pero vale la pena si estás conmigo ¿lo sabes no? No puedo creer que me hagas escribir un mensaje como este… ¿Te das cuenta de lo estúpidamente cursi que he sonado? Puaj, me doy asco a mi mismo… ¬¬*
Un abrazo,
Caleb.
PD: Pienso cobrarme la apuesta del martes, solo es un aviso.
April soltó el grito más grande de todo el universo. Si los vecinos no lo habían oído, estaban sordos. Empezó a correr por toda la casa, dando saltitos de niña de 8 años. ¡Caleb va a besarme! MI PRIMER BESO. CON ÉL. ¡CON EL ALQUIMISTA MÁS SEXY DE ESTE MUNDO!
Interrumpiendo su alegría, se oyeron unos pequeños golpes en la puerta.
—April, ¿estás bien? ¿Qué paso? ¿Por qué gritas? ¡HAY UN VIOLADOR! ¿Qué HAGO? ¿Qué HAGO?— dijo Camila, desesperada.
¿Se había oído su grito desde la recepción?
—No, Cami. Estoy bien. Estoy más que bien. ¡Gracias!—dijo, eufórica.
April se dirigió a su cuarto como Caperucita roja, llendo a la casa de su Abuela. Cogió su celular y empezó a teclear, a todo dar.
¡Hola Caleb! Estoy muy bien ¿y tú?
¿Castigo? Pero exageran muchísimo, no hemos hecho nada malo… ¿O sí?
¿Sabes que ser cursi es bueno? Por lo menos para mí… Si a ti no te gusta, pues… salado, ya eres así.
Te mando un beso,
April(:
PD: ¿Será que podrás? O ¿te acobardaras a último momento?
Dejó su celular en la mesita de noche, y se fue a bañar, no sin antes coger un paño para secarse. Ya dentro en el baño, se quitó su linda pijama y se metió a ese trasto del demonio.
El agua, extrañamente, salió tibia, a una temperatura totalmente cómoda y perfecta. Eso debía ser una señal de que el día será perfecto ¿no? O tan solo intimide demasiado a mi ducha…
Tomó el shampoo y se lo paso por el cabello, alejándose unos minutos del chorro para poder enjabonarse. Estaba tan relajada y alegre. Nada podría sacarla de esa felicidad que se tenía en ese momento. Volvió a entrar al agua para quitarse los residuos de jabón y shampoo, permitiéndose oler mejor que nunca.
Solo que una duda le asaltaba, ella no iba a saber cuando la besaría, así que… ¿Será robado el beso? Eso esperaba ella. No quería que se lo pidiera como un niño tímido… ¿En que estaba pensando? ¿Caleb? ¿Tímido? Es como decir que su madre canta bien, y sinceramente… la pobre cantaba horrible.
Fresca como una lechuga, April salió del baño, ya con el paño alrededor de ella, cubriéndola de cuerpo entero. Se fijó en su celular para ver si tenía alguna respuesta. Ninguna.
Perfecto, Caleb era el típico chico que manda mensajes y no los responde. Odiaba eso…
Pero nada le quitaría su dicha, nada ni nadie.
Se fue a su clóset y busco lo más coqueto posible. ¿Qué podría ser? Buscó y buscó de entre vestidos y blusas, zapatos y más zapatos. Nada. Hasta que encontró algo perfecto para la ocasión…
Un vestido de verano, con voladillos al final, color salmón, y hermosos brocados en él. Usó unos tacones rojos para combinar y se secó y alació su cabello.
A la hora de maquillarse, usó una sombra ligera de ojos, muy pálida y brillo de labios. Nada más. Quería verse lo más natural posible hoy.
Se vio al espejo para darse los últimos retoques y se volteó para ver la hora. 7:45. Había durado un poco más de lo normal, pero valía la pena, hoy era especial.
Agarró su celular, echándolo en el bolso habitual y salió corriendo por la puerta, dirigiéndose hacia las infernales escaleras, que ya casi no se le dificultaba bajar, pero seguían siendo un dolor de cabeza.
Al llegar a la recepción, corrió hacia las puertas del edificio y se fue en busca de un taxi.
No había desayunado nada, tendría que esperarse hasta el almuerzo.
Localizó a un taxista enfrente de ella y lo paró con la mano, se montó en ese moribundo y destartalado carro rojo, que la llevaría a su próximo destino… Aburrimiento y diversión total. Qué ironía ¿no?
10 minutos después…
April había logrado llegar 5 minutos antes… Eso es un logro ¿verdad?
Orgullosa de poder entrar a la Academia caminando, en lugar de corriendo como se había vuelto la costumbre, llamó a la puerta para encontrarse con la cara de un sorprendido Jaime, es decir, Alfonso.
—Señorita Aprilynne, llega maravillosamente antes. Es un milagro. ¿Será que hoy también lloverán perros y gatos?—preguntó astutamente.
—Sí, mire…—April carraspeó para tomar una voz profesional— Hoy se pronostica una lluvia de gatos por la tarde, para que en la noche caigan unos cuantos perros. Cuando pare de llover, los gatos y perros se pelearán por saber ¿Cuál será la próxima lluvia? ¿Caramelos y chicles? ¿Sus propias necesidades intestinales? Tal vez. Así que si va a salir, coja una sombrilla y cúbrase de la extraña lluvia proveniente —terminó ella guiñándole un ojo.
—Muy graciosa, señorita Aprilynne. Es usted una pequeña insolente.
—Gracias, Alfonso. Me conmueves… Ahora, ¿Me dejarías pasar?
—Sí, sí —masculló él, enojado. Se hizo a un lado de la puerta para dejarla pasar.
Cuando April entró a la ya familiar recepción, estaba esperando encontrarse con un alegre y sonriente Caleb. Pero no. Ni siquiera había rastro de él, solo estaba la directora, esperándola para darle su castigo, viéndose siempre tan elegante y correcta. Solo que, en lugar de estar con una sonrisa en su rostro como siempre lo había hecho, estaba seria, muy seria.
—Bienvenida, Aprilynne. —Empezó, en tono tajante— Me imagino que sabrás del castigo correspondiente de hoy. ¿No es así?
—Sí, tengo claro que tenemos un castigo, pero no estoy al corriente de que se trata…— le respondió sin inmutarse. Si ella creía que le imponía miedo, estaba muy equivocada.
—Oh… claro. Bueno, el castigo es simple, es uno de los más leves. Lo único que tendrán que hacer es ir, en este momento, a clases con los muchachos de 16 años. En está, tendrán que oír de nuevo cada una de las reglas sobre persecuciones. Además de apuntarlas todas en una hoja. Van a convivir con todas las muchachas de la clase, porque en su mayoría son mujeres y luego a las 12:00 podrán salir a almorzar. Después tendrán que hacer un trabajo en el laboratorio, y una cosa más. Se les está prohibido visitar a Gabe hoy. Por su descuido y estupideces, no podrán verlo hoy y punto.
—Pero…
—Pero nada, fueron tontos y dóciles. ¿Cómo van a entrar a un callejón oscuro en media persecución? Se lo merecen. —La directora tomó un respiro y prosiguió— Ahora si me disculpas, me debo retirar. Que pases un lindo día, querida. —Y sin nada más que decir, subió las escaleras y se desapareció de la vista de April.
Es una perra completa…
Aturdida por el gran castigo que le acababan de imponer, ella se fue hacia la gran puerta en donde se encontraban las clases.
Al llegar al ya conocido pasillo, se preocupo…
¿Cuál de todas las puertas era la clase indicada? Intentó con el marindedodopingue y apuntó a la última puerta.
Caminó muy segura de sí misma hacía la puerta, y dio unos pequeños toques para que la dejarán entrar.
Cuando la puerta se abrió, salió de ella un hombre sombrío, tenía ojeras y era narizón, además de que era alto y delgado. Parecía un tipo como Herman Monster* y sinceramente daba miedo.
—Ho-hola. Soy Aprilynne, vine aquí pa-para la clase de castigo…
—Hola Aprilynne. Soy el profesor Darwin, si está es la clase, pasa, pasa. Te estábamos esperando —dijo el profesor, macabramente.
Mierda, aparte de tener aspecto, tiene voz malévola…
—Gracias…— April entró al gran salón, que estaba ocupado por un montón de muchachas de 16 años. Todas reunidas, suspirando, y viendo a una persona en específico. Solo qué esta persona ni siquiera las estaba mirando, estaba observando distraídamente por la ventana, aparentemente aburrido, pero de pronto se volteo y vio a alguien en especial. April y ¿Quién era esa persona? Pues… Caleb
La miraba con ojos anhelantes, pero a la vez aburrido, haciéndole un ademán para que se sentara en la silla próxima. Ella encantada de ser el centro de atención para él, corrió hacia el puesto tan deseado por otras.
Al sentarse en el pupitre se oyeron unos gruñidos provenientes de atrás; todas las muchachas la miraban con odio y envidia, pero a ella no le importaba, la única persona que era especial la veía rebosante de alegría.
—Buenos días, guapa. ¿Lista para la tortura?
—¿Estarás tú?
—Pues, no creo ir a otro lado —respondió, confuso.
—Entonces, sí. Estoy más que lista. —dijo mientras le dirigía una gran sonrisa.
—Buenos días, alumnos. Como ya habrán notado, el día de hoy tenemos dos compañeros nuevos. Caleb y Aprilynne. Les aviso que están solo por el día de hoy debido al castigo impuesto por la directora, así que no se encariñen mucho por favor —empezó el profesor Darwin, con una pequeña risita.— El tema de hoy es Persecuciones y sus reglas— Mientras decía esto, escribía en la gran pizarra el tema. —Estas reglas no se les deben olvidar NUNCA y siempre deben tenerlas en cuenta, por eso me harán el favor de irlas apuntando en una hoja o en donde sea que las deseen tener, todas están en la pizarra. No me importa. Solo apúntenlas.
Caleb le dio una mirada cómplice a April y está rio por lo bajo. Ambos sacaron una pequeña libreta y comenzaron a escribir la millonada de reglas que había.
En total eran 50 reglas. Una tortura para la mano y la mente. Pero ¿Qué podían hacer? Solo apuntarlas y listo.
A veces, April recordaba unas reglas más que otras y lograba entender porque la directora decía que las habían desacatado. Una decía: Nunca dejar solo a un compañero. Ok, esa era una de las no cumplidas.
Otra: Jamás dejarse ver por el enemigo. Equis, también lo habían hecho.
La tercera… Ir a por lo menos 100 metros de distancia. Estaba segura de que no lo habían logrado…
Y muchísimas más en donde, efectivamente, habían sido un desastre.
Las próximas 3 horas, el profesor había hablado de cómo los alquimistas podían llegar a ser irresponsables y de que los Renwed eran muy sigilosos y bla bla bla…
—Señorita Romero, si usted sigue pensando que soy un maldito aburrido que solo habla de Mierda, se puede ir por donde vino. Nadie la detiene—dijo el profesor, sorprendiendo a una alumna que estaba a punto de dormirse. Asustada por la reprimenda meneó la cabeza.
—N-No, perdone profesor…— respondió la muchacha.
—Perfecto, entonces ¿Por dónde iba? Ah… cierto. En el año 1950 los alquimistas se encontraron con…
Qué bien, puede leer mentes, ahora ni siquiera puedo maldecirlo en mis pensamientos… se dijo April a sí misma. Su estómago gruñía con fervor, no había comido nada, podría comerse a Caleb si fuera posible…
De vez en cuando, él le tomaba la mano a April y jugaba con sus uñas, por alguna razón le resultaban interesantes. Eran tan cuadradas y largas que eran impresionantes, nunca había visto uñas así, pero le gustaban. Toda ella le gustaba.
Ella por su parte a veces empezaba a dibujar cosas en la libreta, corazones y tonterías en esté. Se sentía como si hubiese regresado a su época en tercer grado…
Tercer grado. Donde conoció a Scarlet. Esa niña testaruda y arrogante, con unos ojos impresionantemente grandes y color indigo, cabello pelirrojo y liso como una lija. Aún recordaba cómo se habían conocido.
A April siempre le había gustado escribir y leer, pero cuando era pequeña le gustaba más leer que escribir. Era callada y apartada, y normalmente en los recreos, tan solo se sentaba en un rincón a leer.
Un día una niña llamada Betty, se sentó a su lado y le preguntó:
“¿Qué lees?”
Ella sorprendida por que alguien le hablara le respondió emocionada:
“Mujercitas. Es la primera vez que lo leo, y me está encantando ¿Tú lees?”
La niña con grandes rizos rubios se rió de ella y se fue corriendo con unos cuantos niños a correr el chisme de que Aprilynne Skye era una rara que leía.
April se sintió muy mal, fatal. Peor que nunca en su vida, y se cohibió más de lo que ya era, leía a escondidas y trataba de mantenerse alejada de las burlas y apodos de los niños que la llamaban: El Monstruo Come libros.
Hasta que un día, segura de sí misma, y tras horas de pensar en lo que podía hacer para un proyecto de Ingles, enfrente de toda la clase, se decidió. Ella podía ser rara, y podía ser que le gustara leer. Pero raro es solo un sinónimo de único y ella diría eso si se burlaban de ella. Ese sería su mantra para toda su vida, y así fue.
El día de la exposición llegó, y ella iba más preparada que nunca, con cartel, e información para darle a sus detestables compañeros. Cuando la llamarón para exponer,
April se dirigió con la cabeza en alto para dar su excelente trabajo, merecedor de una A.
¿De qué se trataba el proyecto?
Libros, y nada más que libros.
Cuando abrió el gran cartel y lo colgó en la pared, los niños empezaron a abuchearla y a bostezar, pero April no se inmutó y empezó con su charla.
—Buenos días, compañeros y compañeras —comenzó ella, pero los niños no dejaban que continuara.
Rara decían algunos…
Come libros, otros…
Y mejor no digas nada…
Al borde de las lágrimas ella hizo su último intento pero fue inútil, hasta que antes de irse, una niña al fondo de la clase se levantó y dijo:
“Son una bola de malditos ¿Sabían? Todos abucheándola y gritándole, cuando muchos de ustedes tienen unos hábitos que enserio son grotescos. Esta niña lo único que hace es leer y ustedes van ahí, todos idiotas haciéndole burlas y yo no sé que más cosas. Son unos cobardes, y además de todo son unos inútiles porque ese trabajo es merecedor de un 100 y sinceramente les diré que todos los que habitan esta clase son unos E-S-T-U-P-I-D-O-S con todo el sentido de la palabra, y profesora no me vea con esa cara, que usted no hizo nada para detenerlos ¿Sabe que esto es bullying? Yo podría decirle a la directora que…”
“Está bien, entendí, entendí. April tienes un 10 querida, puedes ir a sentarte y todos en la clase están castigados incluida tú Scarlet. Una niña de tu edad no debería usar tantas malas palabras en una sola oración. Dios Santo…”
Lo único que hizo Scarlet fue encogerse de hombros y sentarse en su pupitre, pero después de eso, April le dio las gracias y empezaron a formar una hermosa amistad, en la que April siempre era la recatada y Scarlet pues… la zafada, pero ambas se amaban con todo su corazón, se defendían de cualquiera que se metiera en su camino y obviamente, nadie se metía en él, debido a que desde ese día, toda la clase le tenía miedo a Scarlet. Todos excepto April.
—April… Wuju, ¿Hay alguien ahí? —dijo Caleb pasándole la mano por enfrente de la cara para que reaccionara.
— ¿Qué paso? —preguntó ella, aturdida.
—Que ya es hora del almuerzo. ¿En qué pensabas?
—En sobre como conocí a Scar…
—Oh… entonces fue un buen recuerdo ¿No?— le dijo él mientras le tendía una mano para que se levantara. Ella la tomó y se paró de su asiento.
—Sin duda lo era.
Los dos juntos, tomados de la mano, se dirigieron hacia el jardín de la Academia. El estómago de April resonó con todas sus fuerzas.
—Alguien tiene hambre— le dijo él, sonriendo.
—Sí, es que no desayune. Se puede saber ¿Dónde vamos? Me voy a morir de hambre…
—Serás impaciente. Ya casi llegamos
—Bueno, bueno…
Después de unos cuantos minutos, April se encontró con una manta en el jardín, llena de un montón de comida, sándwiches, refrescos, y si no estaba viendo mal puré de papas. La boca se le hacía agua de tan solo mirar ese festín.
— ¿Preparaste todo esto? —preguntó ella, sorprendida.
—Sí, todo yo. Algo me decía que no venías desayunada hoy —le respondió sonriente.
—Pues, tenías toda la razón. Vamos —Y lo jaló para ir a lo que saciaría su hambre.
Se sentaron en la hermosa manta de cuadros, y empezaron a comer, gustosos de la compañía del uno al otro.
— ¿Crees que podamos visitar a Gabe hoy? Ya sabes… después de que cumplamos el castigo —pregunto ella, después de estar más llena que un pavo.
—Tal vez… No lo sé—Se encogió de hombros— La directora es muy estricta en sus castigos, así que puede que no.
—Pero, no entiendo porque se enfureció tanto. No fueron tantas reglas…
—April, ni tú ni yo nos creemos eso. ¿Viste cuantas reglas nos saltamos?—April asintió apenada.
—21 reglas en total ¿No es así?
—Exacto, no entiendo como la directora nos puso un castigo tan leve…
—Si me lo preguntas, eso sí fue una tortura ¿Acaso no oíste a ese profesor? No entendí ni la mitad de sus explicaciones, era tan horrible.
—No lo sé, ni siquiera me fije en lo que hablaba
— ¿En ningún momento? ¿En qué tanto pensabas?
—En ti —respondió él, mientras que una sonrisa pícara cruzaba por su rostro. Ella por su parte se sonrojó.
—Muy gracioso. Ahora ¿A dónde vamos?
—Es la…—Caleb se fijó en su reloj— 1:30 de la tarde, así que vamos hacia el laboratorio.
—Perfecto —Ambos se levantaron de un tirón del ya comido picnic y recogieron todo el desastre que habían dejado.
Caleb se dirigió hacia una esquina y botó todo excepto el mantel de cuadros, para luego volver hacia donde estaba April. Cuando él se estaba acercando, ella se fue hacia donde se encontraba para agradecerle el almuerzo.
Al llegar hasta él, ya la esperaba con una gran sonrisa.
—Gra…— pero algo la detuvo. Una muchacha de ojos color miel y cabello color negro, se acercó hasta Caleb y lo tomó del brazo.
—Hola, guapo. ¿Cómo te ha ido? —preguntó la chica desconocida. Él se volteó desconcertado y abrió los ojos como platos.
—Hola, Linda. ¿Muy bien y a ti?
¿Linda? ¿Guapo? ¿Acaso ella no estaba ahí? Ugh maldito, todos son iguales.
—Mejor ahora que te veo
—Ya… oye está es…
—Sabes, estaba pensando. ¿Qué tal si vamos por un refresco en este momento? ¿Te parece? —dijo ella, interrumpiéndolo por completo.
—Me encantaría, pero es que…
April ya no iba a escuchar nada más. Un momento estas con el chico más dulce del mundo y de un pronto a otro, se vuelve un gilipollas completo. Será idiota. Si quería irse con esa perra, pues por ella bien, haría el castigo sola y punto. No le importaba nada, nadita de nada, nanays*. ¿Entonces por qué le picaban los ojos? ¿Por qué las lágrimas amenazaban con salir despotricadamente de su cautiverio? De seguro estaban picando cebolla en algún lugar cerca…
Entró corriendo en la recepción y se dirigió hacia los laboratorios, se adentró en el primero que vio y se quedó allí, sin saber qué hacer. Tonta. Tonta. Tonta. No debería haberme ido así, necesito indicaciones… Mierda.
De repente, la puerta del lugar se abrió de un solo portazo y entró un acalorado Caleb.
La buscó con la mirada y al encontrarla, la furia corroyó por sus ojos.
— ¿Por qué putas te fuiste así? —preguntó él, mientras se acercaba a ella.
— ¿Para qué quedarme? No voy a quedarme viendo como coqueteas con esa arrastrada.
— ¡Yo no estaba coqueteando!
—Oh, claro que no. Es por eso que le dijiste linda, ah y además no le quitaste su brazo del tuyo ¿No es así?
—Primero ella se llama Linda, y segundo no podía ser maleducado ¿sabes?
—Claro, porque la verdad es que la chica te encanta —dijo ella, mientras se volvía para darle la espalda.
— ¡QUE NO ME GUSTA! —gritó él, desesperado. Se acercó hasta ella y la volteó por la cintura.
— ¿Sabes que me estas mostrando que estas celosa verdad?
—Sí, y me importa un rábano —le respondió sin inmutarse.
De pronto, empezó a sonar de Dios sabe donde “L-O-V-E” de Nat King Cole
—En todo caso el que debería estar enojado, sería yo.
— ¿Tú? Haber, ¿Qué te hice para que lo estés? —respondió furiosa y confusa, ni siquiera se estaba dando cuenta de la poca distancia entre ellos.
—No me has pagado la deuda, y eso es muy malo April —le dijo acercándose cada vez mas…
— ¿Deuda? ¿De qué demonios me estás hablando? —Estaba demasiado enojada como para acordarse.
—Y llegó la hora de saldarla. Deudora.
— ¿Qué pu…— pero no le dio tiempo de seguir, porque Caleb unió sus labios con los de ella, mientras la abrazaba por la cintura. Ella, sorprendida se dejo llevar y le devolvió el beso con ternura. Sus labios se movían armoniosamente, como si siempre lo hubiesen hecho así. El beso comenzó suave y tierno, pero después Caleb lo avivó besándola con más pasión, a lo que ella respondió igual. Era como si estuvieran buscando una pieza de rompecabezas durante mucho tiempo y está al fin encontrara su lugar para encajar. Ella le pasaba las manos por el cabello y prácticamente estaba gimiendo en su boca. Su lengua rozó la boca de ella, para que la dejara pasar, y ella gustosa lo hizo. Empezaron a formar un baile lento y sensual, donde disfrutaban el sabor de cada uno. Ella le subió las piernas a la cintura y él la cargo hasta una mesa del laboratorio, para seguir con ese delicioso beso.
La puerta se abrió y en ella entraron los gemelos, ambos con una gran sonrisa.
— ¿Quién QUIERE APRENDER DE… —ambos se callaron al momento. La escena que estaban viendo era increíble, su mejor amigo besándose con una de las mujeres más sexys que habían visto.
— ¿Qué paso? Por que se quedaron callados. Hey déjenme pasar, aghh mier…— Raúl logró ver por la puerta y se quedó boquiabierto—da
Ninguno de los dos se había dado cuenta de que alguien había entrado en el laboratorio, estaban fundidos en su propio mundo.
— ¿Pero qué es esto? Ni siquiera se han dado cuenta de que entramos —dijo Raúl sorprendido, era inaudito.
— ¡Mierda! Si yo beso así, mi novia esta derritiéndose por mí…—masculló Jeremy.
—Tú jamás besarías así, en todo caso yo beso mejor que ellos dos. Haber ¿Quién quiere probar? —preguntó Joseph
—Eres un gay de mierda Josh. ¡Pero ya! ¡Que paren! ¡WUJU! ¡TIERRA LLAMANDO A PAREJA DE TORTOLOS! —empezó Raúl.
—Así jamás se darán cuenta, estúpido. Solo separándolos.
—¡Sí, separémoslos!
—No irán a ser tan desgraciados ustedes dos…
—Sí—respondieron los gemelos al unísono.
Pero antes de que pudieran hacer nada, April oyó un ruido.
Estaba tan metida en sus labios que se movían tan perfectamente con los de Caleb, que no se había dado cuenta de que alguien los estaba viendo. Se separó suavemente de él y se fijó en la puerta. Y allí estaban, el grupo de pervertidos, viéndolo todo.
— ¿Qué pasa, linda? ¿Por qué te separas? —le preguntó el mientras le acariciaba el cuello con la nariz.
—Sí, linda ¿Por qué lo haces? Sigan, sigan —dijo Jeremy, aguantándose la risa.
Caleb se volteó bruscamente y observó a sus “amigos” con los ojos irradiando nada más que furia.
—Ustedes son unos hijos de…
—Antes de que empieces a insultarnos, tengo que llevarte con la directora, tortolito —le dijo Raúl, morado por estar aguantando la risa.
— ¿Qué quiere ahora? —masculló él, enojado.
—Yo que sé, vamos, vamos. Josh y Jerry se encargaran de April….
— ¿Sabes cómo sonó eso no? —le preguntó él.
—Sí, sí vamos.
—Te llamo más tarde, suerte —y antes de irse le dio un pequeño beso en los labios.
April siguió con la mirada a Caleb mientras se dirigía hacia la salida y sonrió. Ese había sido el mejor beso del mundo.
Luego posó sus ojos en los gemelos, que la miraban divertidos.
— ¿Qué posibilidades hay de que nos beses de la forma en que lo hiciste con él? —le preguntó Joseph. Ella se sonrojó pero no se inmuto.
—Nulas.
—Me lo temía, bueno, ¿Lista para la acción? —le pregunto Jeremy
— ¿Cuál?
—La de las rocas ¿Cuál más? Pero antes ponte eso —Ambos le tendieron unos googles y guantes.
— ¿Y son para…?
—Para que no te quemes, inflames, insoles, arrugues, o tengas alguna enfermedad en la piel a la hora de utilizar nuestros queridos experimentos
—Perfecto…—respondió ella nerviosa. Ahora sí que me llego la hora.
*¬¬: carita que se pone en un celular o en la computadora a la hora de mandar un mensaje o chat.
*Herman Monster: Personaje de la vieja serie de televisión. Los Monsters.
*nanays: es una forma de la autora (yo xD) de decir: nada de nada.
Sí, ¡por fin ese beso! Menos mal, porque yo ya me estaba desesperando por leerlo JAJAJJAJA
ResponderEliminarAy, como me reí en este capítulo, esos gemelos si que son malos AJAJAJAJAJ
¡Me encantó!♥ Un besazo!
Mel