9/06/2012

Un relatillo romántico para leer :3



My First Kiss.

My First Love.

My First Boyfriend…

My First all.

Había una vez una… ¡Oh, espera! Me equivoque de comienzo ¿No? Perdona, pero mi mente ya no da para más, a la edad que tengo es difícil recordar, como empieza una historia como la mía.

No creas que es la gran cosa, mi historia es un “típico cliché” pero creo y estoy segura, de que puede ser algo interesante, a la hora de leer algo romántico.

¿A qué me refiero? Tengo 80 años, y he sido una famosa escritora en mi país, pero al ser una “señora mayor” dejé de escribir; sinceramente no sé porque lo hice, fue tonto y por eso, quiero escribir mi última historia…

Mi historia de Amor…

Todo empezó ese día de Agosto, de 1930… El día que lo conocí.

Tenía solo 15 años, una muchachita inexperta en todo lo que respecta al amor y sus dificultades. Nunca me había enamorado y nunca había dado un beso de verdad, supongo que era un poco fea, debido a que ningún chico se fijaba en mí, o tan solo era demasiado tímida para llamar la atención.

Ese mismo día, me levanté de la cama con un ánimo renovado, me sentía feliz y hermosa, pero todo empeoró cuando me acorde que tenía que ir al Instituto.

A regañadientes, fui a mi armario en donde cogí un vestido rosa con un diseño de pequeñas flores y hermosos brocados, algo simple pero de mis favoritos.

Mi cabello es totalmente lacio, así que lo dejaba suelto pues no me podía hacer muchos peinados.

Cuando había salido a la cocina, me encontré con la escena actual de todas las mañanas.

Mi padre, grande y musculoso, con un cabello azabache y lacio, leía el diario del día y tomaba un poco de café, mientras que mi mamá que era una mujer realmente bella, delgada pero bien proporcionada y con ojos de gata, me analizó de pies a cabeza.

—Te ves preciosa, ¿Alguna ocasión en especial, Amy? —me dijo, con una sonrisa pícara.

—Ninguna, mamá —le había respondido, mientras me dirigía la mesa y esperaba por mi desayuno.

—Espero que no haya ninguna ocasión en serio, Amy —Me había dicho mi padre, sonriendo de oreja a oreja. Decía que el día que consiguiera novio, ese día, sería la primera vez que mataría a alguien.

 Después de haber desayunado, mi madre me dio mi almuerzo y nos despedimos.

Mi casa siempre me había gustado, no éramos pobres, pero tampoco ricos, así que nuestro hogar era lo que se puede decir, acogedor.

Entrabas por la puerta principal y había una pequeña salita en donde recibíamos a los invitados, que estaba seguido por una escalera para ir a las habitaciones y hacia la izquierda se encontraba el comedor y la cocina.

Sin duda era pequeña, pero el jardín era hermoso.

Lleno de flores, rosales, árboles y naranjos. Me encantaba.

En fin, me estoy desviando, sé que no quieren leer solo de mi pequeña casa.

Ese día, me dirigí al colegio en mi bicicleta como era de costumbre y pasee por los lindos bosques que rodeaban mi pueblito.

Mi colegio no quedaba demasiado lejos, pero si era lo suficiente como para viajar en mi traste y ver la bella naturaleza que me rodeaba.

Cuando llegué, aparqué en el mini estacionamiento para las bicis y le puse una pequeña cuerda para que no se cayera y, entonces, a mi lado logré ver de reojo, unas piernas largas con pantalones bien planchados.

Alcé la vista y observe unos ojos verdes, con rasgos tan bien formados que me enamoraron al instante.

Su sonrisa era preciosa, los mejores dientes de cualquier lugar.

Era igual a… ¿Cómo es que les dicen ahora? Un actor de Hollywood.

 Y solo pude pensar,

¿Dónde estuviste toda mi vida?

—Hola —me dijo, con su sonrisa tan encantadora. Su camisa blanca de punto se le veía perfecta y con sus pantalones tan rectos, estaba impecable.

—Hola… —le había contestado tímidamente. Recuerdo, que había querido salir corriendo de allí para no tener que pasar por la vergüenza de mi timidez.

—Soy nuevo por aquí, ¿Sabes? Necesito a alguien que me acompañe por el día de hoy… ¿Sería usted tan amable de acompañarme este día, señorita?

Mi corazón latía con fuerza en mi pecho, su propuesta me había parecido tentadora pero amenazante. Era como una tortuga en su refugio de la cual nunca salía.

—En realidad, no creo que sea la adecuada, muchacho…

— ¿Ah sí? ¿Por qué no?

—Yo… yo…

— ¿Usted qué? Vamos, creo que podrá hacerlo fácilmente, algo me dice que usted ha estado mucho tiempo en este Instituto ¿O me equivoco?

—No, no se equivoca. —Le había contestado, viéndolo a los ojos. Tenían un brillo espléndido, encandecedor.

—Entonces, ¿Lo hará? —Solo logré asentir con la cabeza, y coger mi mochila para dirigirnos a las clases.

A mitad del camino, se detuvo un momento y yo paré en seco, viéndolo extrañada.

— ¿Qué sucede? —le pregunté.

—Pues… Que no me ha dicho su nombre. ¿Sería tan amable de decirme, cómo se llama?
—Amilynne Phillips.

—Es un placer, Amilynne. Mi nombre es Kurt Richards. —Me tendió la mano, en señal de conocernos.

Yo se la tome, y él la estrecho suavemente.

—Me gusta mucho su nombre, Amilynne.

—Muchas gracias. Puede decirme Amy, si desea. Es muy largo para pronunciarlo todo.

—Amy será. Usted dígame Kurt, pues no creo que se pueda abreviar más

Me reí un poco y él lo hizo también.

—Ahora sí, ¿Vamos?

Asentí con la cabeza y nos dirigimos a las puertas de madera, que permitían el paso al colegio.

Al entrar, Kurt contempló todo el lugar como si fuese una maravilla, yo me puse a analizarlo, tratando de ver con sus ojos ¿Qué era lo maravilloso que él veía?

Pero no logré distinguirlo. Era grande sin duda, con un piso de cerámica destartalado y 3 pasillos que conllevaban a las aulas, que tenían tan solo una ventana y grandes mesas con sillas para compartir entre todos. Al marcar los recesos, había una gran campana en la entrada y Will, un viejito del pueblo, se encargaba de sonarla.

Podría parecer sorprendente que el colegio fuese grande, pero, todos los niños del pueblo venían a clases, así que debía ser grande.

Pero no era tan grande como se hubiese querido, debido a que los que entraban a primer año de colegio, tenían que compartir aula y maestros con los de segundo año, y a partir del tercer año teníamos clases libres.

Al ser escuela y colegio, todo se complicaba más y el mecanismo de los de primer y segundo año se utilizaba con todos los demás grupos inferiores.

Resolución final: Solo los niveles posteriores a octavo año de colegio, teníamos aulas para nosotros solos.

Y… me estoy desviando otra vez ¿No es así? Vale, puede ser, pero sé que disfrutan de los detalles de una abuelita.

Lo llevé hacia la clase de los de tercer año y entramos al aula, que ya estaba atestada de los mismos compañeros que había tenido todos los años, pero que ninguno se acordaba de mí, obviamente.

¿Había mencionado que era tímida, no? Bueno… era más que eso, soy lo que se decía… Invisible.

— ¿En dónde nos sentamos, Amy? —me susurró, para que le pudiera escuchar.

Localicé unas sillas vacías y lo llevé allí.

—Puedes sentarte ahí y yo me puedo sentar… —Observe a la mesa de al lado—Allá.

— ¿Y por qué no te sientas a mi lado? La silla, por lo que veo, está vacía.

Vacilé, no es que no me quisiera sentar con él, sino que, no sabía que haría cuando se enterara de que no hablo en nada.

—Está bien, gracias —Le di una sonrisa y me senté.

Las campanas sonaron y tan puntual como siempre, la señorita Luckybally apareció en su pequeño escritorio.

— ¿Ella es nuestra profesora, Amy? —me preguntó, inocentemente.

—Sí, ella es la Señorita Laura Luckybally.

Asintió casi imperceptiblemente y fue a hablar con ella. Supuse que era para presentarse y así fue.

—Chicos, tomen asiento. —ordenó ella, y todos lo hicieron.

—Este muchacho de acá, es nuevo en el pueblo. Su nombre es Kurt Richards, y espero que todos le demos una cálida bienvenida.

Todos en la clase asintieron y pusieron unas sonrisas forzadas en su rostro.

Kurt regresó a su asiento y volteó a verme.

— ¿Qué tenemos en este momento?

—Ciencias —le respondí. Su cara se iluminó e inmediatamente supe que le encantaban las ciencias, me dijo que eran maravillosas y que el ser humano le fascinaba. Su sueño era ser un gran médico, el mejor del pueblo y yo le conté sobre mi manía por la literatura y demás. Pero eso fue solo al principio de clase, debido a que segundos después él se despisto en la clase, escuchando atentamente a la profesora, como si fuera lo más interesante de este mundo.

Me sentí curiosa por ese muchacho, tan atractivo pero inteligente. Era encantador y todo un caballero. Algo que estoy segura, en estos días cuesta ver.

A veces, me detengo a ver a mis nietas, una en especial que tiene 17 años. Su novio, es todo menos caballeroso. Nunca le abre la puerta de la casa o su coche, hasta ha habido veces en las que le ha faltado el respeto, y sinceramente, me decepciona que no haya muchachos como antes debido a que, ella merece algo mucho mejor. Sé que existen, pero muy pocos.

Corríjanme si me equivoco por favor.

En las siguientes clases, como matemáticas nos concentrábamos en terminar el trabajo en nuestros pequeños cuadernos, en los cuales, teníamos que ahorrar páginas para no comprar nuevos (algo que no nos podíamos permitir) Pero en Historia, hablamos hasta no poder más. Kurt se acercaba tanto a mí para hablar, que a veces pensaba que me iba a besar, pero según yo solo era mi imaginación, estaba segura.

Finalmente, llegó la hora de almuerzo y salimos al jardín en la parte delantera.  Llevé mi pequeña bolsa con el almuerzo y advertí, que Kurt no llevaba ninguna.

No sabía si se querría sentar conmigo en el almuerzo, debido a que en un solo día, ya conocía a más de la mitad de la clase, incluido Bobby Ross, que se podría decir era el chico más conocido de la clase.

Hasta oí que lo habían invitado a sentarse con ellos a esta hora.

Pero no lo hizo.

Se negó amablemente y se dirigió junto a mí en el jardín.

Cuando nos sentamos, no pude evitar que mi curiosidad no saliera a flote.

—Kurt, ¿No trajiste almuerzo?

—No, a mi madre se le ha olvidado dármelo esta mañana

No pude imaginarme como se le habría podido olvidar.

Vi mi pequeña bolsa, y a mi sándwich de carne con lechuga y tomate, era una delicia y para nuestra fortuna, estaba partido en dos, debido a que siempre lo pedía así.

—Ten —le dije, dándole la mitad. Me miró extrañado, y meneó la cabeza.

—Es tu almuerzo, Amy. No quiero quitártelo, además no tengo mucha hambre.

Su estómago lo delató, sonando más fuerte de lo que él hubiese querido. Le sonreí y le puse el sándwich en la palma de la mano.

—Pues… si tú no te lo comes, tampoco yo. Allá tú, pero sería una lástima que se desperdiciara ¿No?

Su sonrisa lo había dicho todo. Estaba agradecido conmigo y había hincando el diente en ese pequeño sándwich. Saboreándolo como ninguna persona lo haría. Yo comí mi parte gustosa, era la primera vez que compartía comida con alguien al que podría considerar “amigo”.

Si mi memoria no me falla, al entrar para recibir las últimas clases, todo el mundo nos veía, maliciosos y sonrientes. No entendía por qué, y la razón de ello lo comprendí mucho tiempo después.

Días pasaron y noches también, en donde Kurt y yo nos llegamos a conocer mejor, sabíamos los secretos de cada uno, como que a él le encantaba oler el césped, y a mí me encantaban los dientes de león (y siguen haciéndolo). Hablábamos en clases, comíamos juntos y nos burlábamos de los peinados raros que se hacía Lily Kensington, una chica tan arrogante que te hacía querer vomitar. Él hizo amigos, no lo puedo negar, y la gente empezó a fijarse en mí, pero nadie me dirigía la palabra, que era lo normal.

Hasta nos habíamos peleado una vez.

Era 26 de diciembre, y Kurt y yo habíamos pasado gran parte de la navidad juntos, hasta lo llevé a conocer a mi familia, a quienes les pareció muy agradable, aunque mi padre me había susurrado.

— ¿Es aquí donde empiezo a sacar la escopeta, para matar? —Había reído ante su comentario y permanecí callada, contemplando a aquel chico tan apuesto que se llevaba el encanto por parte de mi padre y madre.

Pero, algo me tenía un poco ofendida. Yo le había presentado a mi familia, ¿Y por qué el no a mí la suya?

—Kurt… —Le dije, cuando caminábamos cerca de un gran parque.

— ¿Dime?

— ¿Por qué nunca me has presentado a tu familia?

Sentí como todo su cuerpo se había tensado y las defensas se encendieron en sus ojos.

—No veo para qué, Amy.

—Por qué soy tu mejor amiga ¿No es así? —Por lo menos para mí sí, recuerdo haber pensado.

—Sí… Pero eso no significa que tenga que presentarte ¿Sabes?

—Pero, yo lo hice.

—Por qué tú quisiste.

— ¡Kurt! ¿Qué es lo que pasa? No estás actuando normal. —le protesté, furiosa y poniendo mis brazos en jarras.

— ¿Cómo es que actuó normal?

—Pues… normal.

—Sí, ¿Pero cómo?

—No lo sé, caballeroso, amable, divertido. Ya sabes… Ahora estás siendo hosco y pesado como cualquier otro.

Su cara se había contraído en una mueca de dolor.

—No quiero hablar de ello, Amilynne. —Amilynne… se había enfadado porque había dicho mi nombre completo.

—Pues yo sí, Kurt. No ¿sabes qué? Entiendo, si no deseas hablar debe ser porque no tengo tu completa confianza ¿verdad? Perdona, no quería inmiscuirme en lo que no me importa.

Me había mirado con los ojos como platos, y yo estaba dispuesta para irme.

Espere a que dijera algo, pero no lo hizo y me decidí.

Voltee sobre mi propio eje y me dirigí a mi casa, más enojada de lo que nunca había estado.

Pero antes de continuar, tomó mi mano y me detuvo.

—Perdona, Amy. —Amy… Así me gustaba más, me volví y lo vi a los ojos, angustia y preocupación resaltaba en ellos.

— ¿Me contarás? —le pregunte con suma delicadeza.

Asintió con la cabeza, y empezó su relato.

Resultaba que su madre, estaba enferma de algo que ningún doctor podía averiguar, su padre trabajaba hasta altas horas de la noche, como repartidor de correos para poder pagar los gastos del médico. Por esa razón es que a veces no traía su almuerzo, por esa razón era la cual nunca hablaba de su familia.

Me había sentido fatal por él y mi cuerpo actuó antes de lo pensado. Lo abracé con todas mis fuerzas y apoyé mi cabeza en su pecho, inhalando el olor a canela que desprendía. No estaba segura de cómo reaccionaría y estaba asustada hasta lo más hondo, si bien éramos amigos, nunca nos habíamos abrazado, o tenido algún tipo de contacto físico. Pero el me devolvió el abrazo, cálido y seguro. Supe que había hecho lo correcto aquel día.

—Quiero conocerla —murmuré contra su pecho.

—Está bien…

Ese mismo día, me llevó hasta su casa, un pequeño lugarcito alejado, donde los jardines estaban resecos y algunas partes de la madera de su casa estaban podridas.

Tenía solo un piso, y era bastante acogedora, cuando entrabas se encontraban unos sillones reunidos y una mesa para tomar el té. Si cruzabas el marco de otra puerta estaba la cocina muy cómoda por cierto, y a la derecha había tres puertas. Una era la del baño, otra la del cuarto de Kurt y la última, el cuarto de sus padres.

Al entrar, algo en mí se derrumbó, la mamá de Kurt parecía haber sido una señora hermosa, su cabello rubio brilloso ahora no tenía brillo y sus rasgos bien formados estaban demacrados. Parecía tan vulnerable, como si se fuera a romper. Delgada como un palo y cansada de pies a cabeza. No pude evitar sentir un poco de empatía por aquella mujer.

—Mamá, ella es Amy. Amy ella es mi mamá. —Nos presentó Kurt, sonriendo.

—Un placer —Le había dicho tendiéndole la mano, a la cual ella respondió débilmente.

Su madre me analizó de pies a cabeza y sonrío.

—Ya era hora de que la trajeras, cariño. Es hermosa —Y le guiño un ojo. Para mí pesar, me sonroje como un tomate y ambos rieron.

Esa tarde, fue inolvidable.

Una de las mejores de mi vida, disfrute y me divertí mucho con la Señora Richards. Era amable, y dulce como un caramelo. Nunca, nunca la podré olvidar.

Después de algunos días, llegó Año Nuevo. El cuál lo pase con la familia de Kurt, con el consentimiento de mis padres. Conocí a su papá quien era un señor alto y grande, sus ojos eran del mismo verde de Kurt y su mandíbula tenía su misma línea. Daba un poco de miedo, pero a la hora de hablar era como un oso de peluche. Sin duda logré entender de donde había sacado su atractivo Kurt.

Pasaron algunas semanas y Febrero apareció rápidamente.

Para este tiempo, no creo tener que mencionar que yo ya estaba embobada, y lo que se puede decir enamorada de Kurt Richards.  Creo que desde Noviembre del año anterior lo estaba. En fin…

Era 11 de Febrero y “El Baile de Los Corazones Entrelazados” se avecinaba. ¿De qué se trataba ese baile? Cómo tal vez ya han podido deducir, se acercaba San Valentín, por lo que este baile, es el Baile de los enamorados y amistades que van a pasar a ser enamorados.

Normalmente, amigas van con amigas y cosas así, para cazar pareja, pero yo nunca había ido. No tenía lo que se dice amigos, así que no tenía ninguna intención de ir.

Pero, todo cambio ese miércoles.

Eran las 6:00 de la noche, y la cena estaba a punto de ser servida.

Llamaron a la puerta y mi padre fue a responder.

Oí voces, pero no logré oír del todo.

Me asomé por pura curiosidad y localicé a Kurt ¿Qué hacía allí?

—Entonces, señor Phillips. Quería preguntarle si usted me dejaría llevar a Amy al Baile de los Corazones Entrelazados este sábado. —Mi corazón latía fuertemente en mi pecho… ¡Estaba pidiéndole permiso a mi padre! ¡Me llevaría al baile!

—Pues… No lo sé. —Mi cabeza dio vueltas ¡NO LO SÉ! —Por mí, no hay ningún inconveniente, Kurt. Pero tendrás que preguntarle a Amy si lo desea ¿No lo crees?

—Oh, por supuesto. Pero necesito su permiso antes de invitarla ¿No es así?

Mi padre rió fuertemente, y yo supe que tenía que irme corriendo a la cocina antes de que me agarraran escuchando.

Llegué justo a tiempo para sentarme en la silla y parecer relajada.

—Amy… —me dijo mi padre, apareciendo en la cocina.

— ¿Sí, papá? —Le había preguntado, con suma inocencia.

—Hay alguien que quiere verte en la puerta…

—Enserio… ¿Me esperan?

—Pues, claro. Por cierto, invítalo a cenar —Me dijo, guiñándome un ojo.

Prácticamente corrí hacia la puerta y cuando llegue, lo vi. Tan guapo como siempre, con esos pantalones y esa camisa usual que usaba cuando quería estar presentable.

Se veía tan atractivo como siempre.

—Hola, Kurt —le dije, acercándome a él.

—Hola, Amy.

—¿Qué necesitas? Mi padre me dijo que querías hablarme. —Mi cara decía inocencia, pero mi mente no paraba de maquinar de felicidad.

—Pues… veras. Ya sabes, del Sábado ¿No? Del baile y todo eso…

—Mmm… ¿El de San Valentín?

—Sí, ese —Su cara delataba sus nervios— Pues… me preguntaba si tú, ya sabes… Quisieras ir allí… No sé, ya sabes… Cómo, cómo…

Balbuceaba tanto que me habían dado ganas de darle un gran beso en la mejilla y decirle que sí, pero decidí hacerlo sufrir un poco.

— ¿Qué? No te entiendo, Kurt.

Tomó un gran suspiro.

—Me preguntaba si quisieras ir conmigo al baile este Sábado en la noche, tu padre me dijo que podías venir conmigo y es por eso que he venido hoy a pedírtelo

Recuerdo lo rápido que lo dijo y solo lograba sentir a mi corazón derritiéndose.

—Me encantaría, Kurt

—No tienes por qué, sabes si no quieres…

—Sí quiero.

—En serio… No te disculpes yo…

— ¡Kurt! Pero si quiero

—Ah… ¿Sí? —Sus ojos se iluminaron y sonrió.

Asentí con la cabeza.

— ¿Quieres quedarte a cenar? —le pregunté segura de que me diría que sí.

—Oh, no es necesario en serio.

—Vamos, por favor...—Casi llegué a hacerle un puchero. Viéndome con diversión, terminó asintiendo con convicción.  

—Está bien, gracias —Le agarre de la mano sin pensarlo y lo llevé hasta el comedor, donde mis padres nos esperaban con una gran sonrisa, pícara en ambos.

Me sonrojé pero no me inmute.

Me encantó aquella noche, donde me sentí tan bien como para desfallecer. Me había invitado ¡A mí! Al baile.

—Cariño…

— ¿Sí, papá?

—El sábado saco la escopeta ¿Sí? —me dijo arrogantemente.

Reí muchísimo ante ese comentario y Kurt nos vio extrañados, sin entender ni una palabra.

Los siguientes días, la pasé más nerviosa que nunca. Compré un nuevo vestido hermoso, con una falda suelta y coqueta, pero que era ceñido a mi pequeña cintura, era de un color rosado claro y tenía pequeños toques en el diseño, que lo hacía ver perfecto. Mi madre me llevo al gran salón del pueblo, el Sábado. Diciéndome que era necesario y luciría más hermosa de lo que ya era. No me creí eso en absoluto.

Nunca me considere “hermosa” en esos días. Está bien, tenía un lindo cuerpo, normal no muy extraordinario.  Mi cabello tiene un color rojo con brillo pero nada del otro mundo, ojos azules, y labios pequeños y carnosos. No creía ser linda hasta que me vi al espejo ese día.

El vestido se ceñía en las partes que debía y caía tan elegantemente por debajo de mis muslos que me hacía sentir libre. Me había hecho unos rizos en las puntas de mi cabello, haciendo que quedara lacio al principio y rizado al final. Reposaba sobre mis pechos, debido a que era bastante largo, pero me veía preciosa —modestia aparte—.

El baile iniciaba a las 6:30 por lo que Kurt me recogería a las 7:00 debido a que sabíamos que no empezaban muy puntuales que digamos.

Mis nervios estaban en punta, me movía de un lado a otro, inquieta por saber qué pasaría en este hermoso día.

Tocaron el timbre y salí corriendo a atender.

Cuando abrí, y lo vi casi me caigo de bruces.

Se veía tan atractivo. Su cabello bien peinado y una camisa blanca de punto, pero no la de siempre. Era nueva y diferente, además de que sus pantalones eran negros y traía unos esmóquines perfectamente lustrados.

Cuando iba a decirme algo, mi padre y madre aparecieron detrás de mí.

—Cuídala esta noche, Kurt. —le dijo mi padre.

—Lo haré señor, gracias

—Te la prestamos hasta las 10:00 de la noche. Disfruten. —Dijo mi mamá, dándome un beso en la mejilla, al igual que mi padre.

Cuando salí de la casa, Kurt me tendió su mano y yo la tome. Se la llevó a la boca y beso mis nudillos.

—Te ves hermosa, Amy —Me había dicho, y yo me sonroje como nunca antes lo había hecho.

—Tú te ves muy guapo, Kurt — Él sonrío, y me tomó de la mano, dirigiéndome hacia el famoso baile.

La luna y las estrellas iluminaban nuestro camino y pasamos minutos en un confortable silencio, luego empezamos a hablar del colegio y cosas normales, pero siempre agarrados de la mano.

Amaba sus largos dedos entrelazados con los míos, que eran pequeños y esa sonrisa que me dedicaba cada vez que me veía. Era tan apuesto.

Finalmente llegamos al parque, donde era el baile.

Lo habían arreglado bastante bien. Pancartas de color rosa colgaban entre dos árboles, y el gran lugar lleno de prados y flores se veía hermoso. Había un lugar donde se encontraba un tocadiscos a todo volumen, dejando una canción country sonar. Después se encontraban varios puestos de comida y unas cuantas mesas en donde cenar.

El lugar estaba lleno, no lo puedo negar. Los muchachos se arremolinaban, algunos bailando otros comiendo, pero todos felices.

— ¿Tienes hambre? —Me preguntó.

—Un poco, sí. ¿Tú?

—Mucha, vamos a comer. —Me jaló de la mano para ir a un pequeño puesto, que atendía la madre de Rossie Williams. Una compañera del Instituto. Me compró una deliciosa carne, con arroz y frijol y él pidió lo mismo.

Nos sentamos en una mesa, y comenzamos a comer.

— ¿Sabes que no tenías que pagar mi comida, no? —Sé que era por caballerosidad, pero yo traía mi propio dinero.

—Sí tenía, Amy. La mayoría de las veces me has compartido tu almuerzo sin tener que pagar, ahora yo hago lo mismo—

Sonreí, y seguí comiendo.

— ¿Cómo está tu madre?

—Bastante bien, gracias. Preguntó cuando vendrías de nuevo, ya que la última vez no te quedaste mucho rato, según ella.

—Pero si me quede 3 horas.

—Exacto…

Me habló sobre cosas de su madre, sobre como hacía malos chistes y yo me reía de ellos. Me dijo que tenía mal gusto para los chistes si me parecía gracioso, pero me reía por lo tontos que eran.

La música del lugar cambio a una canción country movida, y Kurt me sonrío con picardía, levantándose de la silla y tendiéndome una mano.

— ¿Me concede esta pieza, señorita Phillips?

—Encantada, Señorito Richards

Me llevó hasta la gran plaza, donde bailamos esa canción tan movida, nos balanceábamos una y otra vez, sincronizados, como si lo hubiésemos ensayado, y yo solo reía por lo bien que me sentía. Las parejas a nuestro lado nos miraban, sorprendidos y celosos, pero a la vez sonreían al ver nuestra alegría.

Cuando la canción termino, pasó una más lenta, mucho más lenta. En country, y yo no sabía qué hacer. ¿La bailaríamos? ¿Pararíamos?

Él tomó la decisión por mí, tomándome por la cintura con ambas manos, abrazándome,  haciendo que yo envolviera las mías en su cuello.

“Tell me it's nothing
Try to convince me
That I'm not drowning
Oh, let me tell you I am”

Nos balanceábamos con la música, y recuerdo haber colocado mi cabeza en su pecho, mientras que él besaba la coronilla de mi cabeza. Me sentía danzando en las nubes.

“Please, please tell me you know
I've got to let you go
I can't help falling
Out of love with you”

La canción era bella, todo en el ambiente lo era. Su olor, sus manos en mi cintura, él tarareando la canción en mi oído. Todo, absolutamente todo, era perfecto…

“Oh, won't you read my mind
Don't you make me like you
I hear…

Please, Please tell me you know
I've got to let you go
I can't help falling
Out of love with you”

En cuestión de segundos, la música había terminado y no pude evitar sentirme triste porque todo había acabado.

Pero para él no era así…

—Amy, Vamos a darle una vuelta al parque ¿Quieres? —me preguntó, aún con sus manos en mi cintura.

—Sí —le dije, sonriendo y quitando mis manos de su cuello.

Él, quitó una mano de mi cintura, pero la otra permaneció allí, guiándome con él.
Cuando estábamos lo suficientemente alejados de la música, me pregunté ¿Qué trataba de hacer?

— ¿Alguna vez te has enamorado, Amy? —Sacó de la nada.

—No…—Recuerdo haber decidido ser valiente—No hasta hace poco ¿Y tú?

—Lo mismo digo. —Una punzada de celos me atravesó ¿De quién?

—Enserio… ¿Y quién es la afortunada?

—No te lo diré —me dijo, sonriendo.

— ¿Por qué no? —refunfuñe, deteniéndonos para verlo a la cara.

—Porque no quiero…

— ¿Podrías decirme al menos como es? —le pregunte, torpemente. Ahora que lo recuerdo fui muy inocente.

—Oh, es muy hermosa. Tiene una nariz respingona ¿Sabes? Y su cabello es tan liso que resulta ser extraordinario, combinado con su color, que es un rojo brillante. Y tendrías que ver sus ojos, Amy. Un azul tan profundo como el océano, que ni ella misma se lo imagina…

Mi mente daba vueltas, y mi corazón latía a toda pastilla.

— ¿Alguna cosa más que deba saber de ella?

—No lo sé… Aún quiero averiguar algo sobre ella.

— ¿Qué es? —

—Pues… Aún no sé si besa bien o no…

Yo no capté su indirecta hasta que sus labios se posaron en los míos. Mi cuerpo ya no pertenecía a mi mente, si no a mi corazón que le respondió sin inmutarse. Empezó a mover sus labios con los míos, abriéndolos poco a poco y haciendo que lograra sentir el sabor de su boca, menta deliciosa menta. Puse mis manos en su cuello y él me atrajo aún más, con sus manos en mi cintura y bajando a mis caderas. Me apreté más contra él, y su lengua encontró la mía, jugando una con la otra y haciendo que yo no me quisiera separar de él. Pasé mis manos por su cabello y disfrute de todas las sensaciones que pasaban dentro de mi alma. Todo era maravilloso.

Pasaron varios minutos, antes de separarnos y cuando lo hicimos, sentía que mis piernas no responderían a mí.

—Sí, sin duda besa bien —me dijo, sonriendo.

Reí un poco y le di mi sonrisa más grande.

—Te amo, Kurt —confesé, esperando no haber arruinado el momento.

—Yo también te amo, Amy. Desde el día que te vi por primera vez.  Eres hermosa, y ni siquiera pareces notarlo. Tan divertida, dulce y tímida que tan solo provocas que tenga ganas de matarte a besos. Por eso y muchas cosas más… Te amo, Amy.

Lágrimas asomaban por mis ojos, y nos quedamos así unos minutos, abrazados con tan solo unos testigos de nuestro beso.

La luna y las estrellas.

No creo tener que mencionar, algo que ya es obvio, pero qué más da. Pasaron los años, y la madre de Kurt murió, fue algo devastador, pero estuve allí para él,  nos casamos, sí. Viajamos hasta West Virginia, donde nos instalamos como recién casados. Kurt se convirtió en un gran médico y yo en una famosa escritora. Nuestros hijos tuvieron hijos, que ahora son nuestros nietos. Y estoy orgullosa de decir, que seguimos igual de enamorados como en nuestra adolescencia.

Mi vida es maravillosa y ¿saben lo que pienso?

No puedo pedir más.

Este hombre es el que me dio mi primer beso.

Es mi primer Amor.

Es Mi primer Novio.

Es Mi primer Todo…

PD: Esta historia la escribí en... febrero xD! Si aún hay faltas ortográficas y demás, me perdonaran u.u! Es que me dio perecilla corregirlo xD! Espero les guste!! Besos y apapachos :3

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