Hasta la más fuerte, se destroza lentamente.

  Tal vez si dejaras de romperme el corazón, yo estaría bien. 

A lo mejor, si te preocuparas por mí, tendría la misma sonrisa que llevaba todos los días.

Puede que, las cosas serían mejores, si vieses en mis ojos, el daño que reflejas en ellos. 

No te niego que sería mucho más feliz, si no me quisiese golpear cada vez que te veo. 

Sí, acepto que amaría gritarte. 

Sin embargo, confieso que estoy loca por abrazarte.

Ni siquiera imaginas el estado al que me llevas...

Escribiendo estúpideces, rarezas, tonteras. 

Temblando mi mano, cuando agarra el lápiz...

La única forma, que he encontrado para desahogarme. 

No, ni te has fijado en cómo aprieto la mandíbula cuando no te interesas. 

Y por  idiota, otros se toman la decencia de hacer lo que ya no asemejas. 

Y algún día, vendrás a mí y me preguntarás por qué te dejé sin ningún aviso. 

Te responderé, te lo gritaré sin permiso. 

Me reclamarás, pensarás que no hiciste nada. 

Y allí es cuando mostraré ante tus ojos las miles de páginas que escribí a tu causa.

Verás la manera en la que mi mano temblaba...

Pues mis trazos dejaban ser firmes tras cada pasada. 

Observarás pedazos mojados, algunas lágrimas derramadas. 

Olerás el llanto, la furia, tras cada hojeada. 

Y te preguntarás cómo rayos me hiciste tanto daño...

Y te responderé lo más fácil: el egoísmo fue tu desencanto.

Así que la próxima vez, aprecia lo que tienes...

Porque muchas veces, hasta la más fuerte, se destroza lentamente.