Dos razones.

Dame 2 razones.

Dos simples razones del por qué te fuiste.

Quiero que me digas dos simples cosas por las cuales decidiste marcharte por la puerta aquel día. Explícame qué hice, para que te largaras así.

¿Fue la forma en que mis ojos te veían? ¿O el resplandor de mi sonrisa al hacerte feliz? A lo mejor tuvieron que haber sido mis abrazos, que te estrujaban tan fuerte que exclamabas que dejarías de vivir. Sí, puede que mandases señales cuando repelías mis besos o te enojabas con el sonido de mi voz. Estoy apostando esta vez porque nunca te gustó la manera en la que mi nariz se estrujaba cuando me enojaba o, por el otro lado, los poemas que muchas veces te grité con todo mi corazón.

Creo que te espanté con mis caricias en el día. Te hice huir con cada roce que te di. Y ahora me arrepiento de todas esas veces en las que te pensaba, diciéndome a mí misma lo perfecto que eras para mí.

El día en que te fuiste, te pedí dos razones por las cuales me estabas dejando ir y tú, con el descaro más grande del mundo, susurraste que la culpa era tuya y no por mí. ¿Dónde está mi respuesta a mis verdaderas cuestiones? ¿¡Qué hice para que tomaras esa decisión, cuando no cometí ni un desliz!? Lo único que pude hacer fue preguntarte las cosas sinceramente y lo que tú me devolviste, fue nada más que burla y fachadas que no quise descubrir.

Hoy vengo a decirte las dos cosas por las cuales me dejaste ir, ya que no tuviste el valor de ser un hombre y decírmelo así. Este día, te explico brevemente lo que pasó, para ver si tu mente en serio comprendió.

Uno: eres idiota.

Dos: querías a otra.

¿No hubiese sido mejor que me lo dijeras? ¿Acaso habría estado tan mal verme a la cara y confesarme la verdad? ¡Lo único que hice fue pedirte sinceridad! Y ahí vas, caminando con ella por la ciudad.

Yo solía pensar que eras perfecto para mí, pero hace días me di cuenta de que nunca fue así. La única perfección que existe para completarme es el quererme a mí misma, sin un hombre quien me esté ladrando día tras día. Por eso te prometo que ya no te buscaré más. Te escribo con tinta, que jamás pediré por tu rogar. Y sin embargo, no me iré sin decirte las dos razones por las cuales YO te estoy dejando ir y espero que las recuerdes hasta lo más duros momentos hacia tu fin.

Razón número 1: Eres idiota.

Razón número dos: me quiero más, de lo que tú querrás a otra.

Cuando alguien te lastima, ¡llora todo un río...! Y luego construye un puente y ¡SÚPERALO!