Prólogo.
Fecha:
15 de Noviembre 1993
— ¡Felicidades! Es una hermosa niña — dijo el doctor, con una gran sonrisa en su
rostro mientras cargaba a la bebe con grandes ojos verdes.
—Gracias — dijo la madre cansada por el parto.
No es muy fácil tener una niña estando totalmente sola, sin su marido que la
acompañe.
— ¿Ya sabe qué nombre le pondrá? — preguntó el
doctor mientras revisaba los papeles del parto de Madeleine.
—Sí, se llamara Aprilynne —. No podía apartar
los ojos de su preciosa bebé. Aún no creía que fuese su hija, era tan preciosa.
—Aprilynne, perfecto.
Curioso
nombre… Aprilynne. Nunca lo había escuchado… no me gusta, pensó él.
—Lo sé,
siempre he sabido que quería ponerle a mi hija así — dijo ella alegre con la
barbilla altamente inclinada, un gesto que muchos podrían tomar como
arrogancia, sin embargo, para ella era orgullo.
—Me alegro.
Ahora debo informarle que su hija tiene una pequeña cicatriz, me parece… —la
miró por unos segundos—Sí, sin duda. Es una marca en su muñeca, en la parte
interior de ella, mire — dijo acercándose y entregándole a la niña. La mamá la
observó.
Tenía ojos verdes, iguales a los de su padre… No
podía dejar de preguntarse ¿cómo era posible que sintiera tanto amor por una
cosita tan pequeña que acaba de conocer? No lo sabía, y no le importaba, lo
único que quería era saber que su hija estaba a salvo.
Luego volvió a la realidad, y captó las palabras
del doctor sobre la cicatriz de su bebe, pero ella ni siquiera tenía que
mirarla, debido a que ya sabía que era. Una estrella estaba formada en la
muñeca de su hermosa chica; era obvio, estaba preparada para esto, mas, no pudo
evitar sentir una gran desilusión ya que estaba un poco esperanzada de que tal
vez su amada no tendría la señal. Podría saltarse una generación, o algo por el
estilo, pero no. Tal como le había dicho su esposo, su hija era una de las
elegidas.
—Ahh ya ve;
bueno, supongo que es una extraña forma de hacerla más única. ¿No lo cree,
doctor? — preguntó, tratando de ser lo más discreta posible. Solo podía pensar
en una cosa. El collar, en su casa, en la mesita de noche. Ese collar tan lindo
que era para su hija. Un collar que la identificaría, como si fuera un perro
con dueño. Odiaba esa idea, pero ¿qué debía hacer ella?, no podía intervenir. Según
su difunto esposo “era el destino”. Su bebe no podría escapar de eso, ese era
su tonto camino. Por lo menos solo tendría que usar el collar hasta los 17
años.
—Sí, tiene
toda la razón. Y me parece curioso, pero la marca tiene forma de estrella.
— ¿Enserio?
—la miró unos segundos— No me lo parece.
Más bien solo veo una cicatriz.—Trató de ocultar el temblor de su voz. Nadie lo
podía saber, absolutamente nadie. Su hija tendría que saber todo sobre los
alquimistas y no podría convivir con ellos hasta que tuviese 17 años. La sola
idea de tener que dejar a su hija a esa edad sola era aterradora, sin embargo,
no podía hacer nada para que no pasara. Como le ayudaría si su esposo estuviera
con ella…
—Sí,
supongo. Bueno señora, la dejo con su hermosa hija. Hasta luego — y así el
doctor dejo la habitación, dejando a madre e hija solas para poder analizarse
bien la una a la otra.
—Mi
pequeña, te cuidaré más que cualquier cosa en este mundo. Lo prometo
Si pues tendrá que pasar muchísimo por su hija,
pero lo hará con todo gusto. No importa lo que tenga que hacer su hija será la
mejor alquimista del mundo si es necesario. Y así la madre se fue quedando
dormida con la niña que tanto amaba en brazos.
Lo leí de nuevo muerta de la curiosidad y me enfada bastante algo ¿Que es eso de que una madre deja que a su hija la conviertan en algo sin siquiera preguntarle la opinion? !Absurdo! yo por lo minimo la demando por daños y prejuicios. Jejeje, buen prologo besos ;)
ResponderEliminarMe encantó el prólogo me lo imaginé en un ambiente estilo La mecánica del corazón, interesante!! me paso al segundo capítulo.
ResponderEliminarBesos.
R.