—Fue fácil, ¿no?
—dijo, sentada en su gran silla. El lugar estaba oscuro, sin embargo, la luz de
la luna menguante iluminaba un poco la estancia. La mujer cruzó sus piernas y
sonrío maliciosamente. Observó al apuesto hombre de ojos azules, que estaba a
unos centímetros de ella y movió su cabellera. Él era todo un encanto.
—Realmente sencillo…
La chica es, ¿cómo lo explico? —Pensó algunos segundos antes de responder—. Muy
inocente.
—¿Inocente? —Ella dio
un suspiro burlón —No parecía serlo cuando la vi…
—Las apariencias
engañan, ¿recuerdas, querida?
—Si eso dices…
Él asintió y camino
unos segundos, pensativo. De un momento a otro, se volteó y la miro con ojos
escrutadores. Le sonrío pícaramente y guiño su ojo, para después acercarse,
alzarla y sentarse en la silla… Ella en sus regazos.
—¿Crees que
interferían en nuestros planes? Después de todo, están realmente cerca… —dijo,
mientras pasaba una mano atrevidamente por su pierna descubierta… Vaya, pensó, la falda le luce muy bien.
—No, no lo harán.
Recuerda que ellos se encargaran de matarlos. Después de todo, son jóvenes…
Unos jóvenes muy curiosos para mí gusto y, ahora que nos encontramos a tan sólo
días de conseguir lo que queremos, no lo permitiré.
—Mmm… —pasó su nariz
por su cuello, delicadamente. Ella se retorció contra él—. Tienes toda la
razón, pronto estarán muertos, así que… Es pan comido.
—Pues claro, a menos
de que esos estúpidos no sepan hacer su trabajo, estamos perfectamente seguros.
—le dio un pequeño beso en los labios—. Además, si ellos no lo logran, nosotros
nos encargamos de ensuciarnos las manos.
—Me parece… No son
los primeros y, no serán los últimos.
—Exacto… ¿Sabes algo?
—¿Qué? —preguntó él,
mientras besaba su cuello.
—Amo que te pongas
con esa actitud de… malote.
Él le sonrío.
—Es que lo soy, amor.
Y tú, eres igual que yo.
Sin más que decir, la
besó ávidamente, llevándola a ver ángeles en el cielo. Sus manos estaban por
todo lado y ella, encantada, se dejaba llevar. No se preocuparon por nada, pues
estaban seguros de que todo saldría bien. Absolutamente todo.
Mientras
tanto, a kilómetros de allí…
—¿Dónde rayos se han
metido? —preguntó Darwin, enfadado. Llevaban casi todo el día buscando a ese
grupo de muchachos alquimistas y nada que aparecían. Al principio, había
parecido muy fácil. Los perseguían, estallaban sus llantas y listo. Estarían en
sus manos, pero no. Tenían que meterse por medio desierto y ponerlos a buscar…
A veces la vida era
tan complicada.
—Darwin… ¿Sabes que
aunque te preguntes eso mil veces, no aparecerán, verdad?—le preguntó Charles.
El profesor se encontraba cansado hasta la médula. No sabía que perseguir a
unos chiquillos sería tan difícil, además, había venido con el propósito de
zafarse del trabajo, no de sudar como cerdo.
Aunque tal vez le
ayudaría a bajar un poco de peso…
—Cállate, puede que
funcione. —esperó unos segundos, como si fuesen a aparecer por arte de magia,
pero nada. Dio un suspiro agotado.
—Tengo sueño, ¿sabes?
Cuando tienes hijos de 7 y 9 años, nos acostamos normalmente a las 9:00 pm. No
a las 11:00 de la noche, como ciertas personas solteronas de por acá… —hizo un
ademán con su cabeza hacia él.
—Ya lo sé, sin embargo,
estamos cerca. Ya encontramos el carro de la Academia, no deben andar muy
lejos.
—Eso significa que
hoy no voy a dormir, ¿verdad? —preguntó Charles, triste
—Exacto, pero… ¡Hey!
Finalmente llegaremos al objetivo final. —le guiño un ojo—.Todo irá bien, ¿sí?
No te preocupes. Estoy seguro de que llegaremos…
—¿Y qué pasa si no lo
hacemos?
—Eres un pesimista,
Charles… Sólo hay que seguir caminando, deben de estar por allí. Además, sus
dos llantas están estalladas, les costará encontrar ayuda.
Él rodo los ojos.
—Lo que sea.
Y sin más que decir,
se fueron caminando con el cielo estrellado encima de ellos. Estaban seguros de
que llegarían hasta ellos, en algún lugar debían de estar. De por sí, era por
su bien. Estarían mejor así. Él lo sabía…
Si tan sólo supiesen
qué tan cerca estaban.
A
la mañana siguiente…
Labios… Algo
caliente… ¿o eran besos? ¡No, lengüetazos! Esperen… Parecía una combinación.
April sonrío en sueños. Que real se sentía todo; Caleb besándole el cuello y el
rostro, mientras ella dormía en sus brazos. Ojalá fuera real. Juraría que hasta
podía sentir su respiración.
—Ap, despierta
—susurró una voz. Frunció el ceño. ¿Qué hacía escuchando cosas en sus lindos
sueños? Nadie debería de molestarla, después de todo, eran sus pequeñas
fantasías. Debían de ser como ella quisiera.
—Ap, princesa.
Vamos…. —Dios… Esa voz le gustaba. Era sexy, pero dulce. Casi podía derretirse,
sin embargo, derretirse no la haría despertar, ¿o sí?
—Si no te levantas,
empezare a meterte mano. —Ahora se escuchaba pícara. Que hermosos eran sus
sueños…
—Tú lo pediste… —De
pronto, sintió algo demasiado real acariciando su pierna. Como si se hubiese
despertado una alarma en su interior, abrió los ojos como platos.
—¿Pero qué…? —April
se sintió rodeada por dos brazos torneados. Volteándose rápidamente, buscó ¿qué
era lo que pasaba? Mas, paró de hacerlo cuando recordó que estaba durmiendo con
Caleb.
Se recostó de nuevo
en su brazo y suspiró.
—Vaya susto me has
pegado… —le reprochó ella. Él apretó su abrazo mientras sonreía.
—Pues, como no
despertabas, no me quedaba de otra.
—Vale, pero estaba
durmiendo tan bien.
—Claro, soñabas
conmigo, ¿a qué sí, linda?
—Claro que no…
—aunque su sonrojo la delato. Él sonrío con satisfacción.
—Lo sabía —April rodó
sus ojos y se giró para verle el rostro. Él le dio una media sonrisa y no pudo
evitar sorprenderse de ver que hasta después de dormir era de lo más guapo. Su
cabello estaba un poco despeinado y le había crecido un poco de barba, pero eso
lo hacía verse todavía mejor. Además, su sonrisa seguía igual que siempre,
blanca como las nubes. Los hombres eran suertudos, pues las mujeres siempre que
se levantan parecen espantapájaros… Y sólo con ese pensamiento, April se alarmó
por completo.
—¡Oh, por Dios! ¡No
me veas! ¡Debo de verme fatal! —le reprendió mientras escondía su cara en su
pecho. Caleb se rió.
—Ap, ¿De qué hablas?
—¡De mi rostro!
¿Acaso no sabes que cuando una mujer se levanta en las mañanas es peor que el
coco en persona?
—April… —Caleb la vio
confundido—, primero que todo, el “Coco” no existe y segundo, te ves hermosa.
Ella rodó sus ojos.
—Por favor, lo dices
sólo porque soy tu novia. Además, el Coco sí existe.
—No lo hace…
—Claro que sí, yo lo
he visto. Y ahora, deja de discutir conmigo a estas horas de la mañana…
Él sonrío tiernamente
y la separó de su brazo para verle la cara de una buena vez. April empezó a
forcejar, pero finalmente logró despegarla y verle a los ojos.
—Hermosa, ¿ves? —No
pudo evitar sonrojarse—, y ahora señorita complejos, levántate, que los chicos
han conseguido a alguien que nos ayudará. En este momento deben de estar
colocando las llantas.
—¿En serio? ¡Qué
bien! ¡Me alisto en segundos! —Rápidamente, se levantó de un salto y empezó a
caminar de un lugar a otro. Ahora que lo pensaba, ¿con qué se alistaría, si la
ropa que habían traído la estaban usando de almohadas?
—¿Acabas de darte
cuenta de que no puedes cambiarte, no es así, payaso? —dijo una voz demasiado
afeminada. Gabe. April lo buscó con la mirada por todos lados, hasta que lo
vio, sentado en un tronco de la noche anterior.
Él alzó una ceja,
divertido.
—¿Qué pasa,
pichoncito? ¿Es que no te has visto en un espejo? Tú pelo está todo alborotado
y el maquillaje hasta se te corrió.
—Claro que… —De
pronto, cayó en la cuenta de que Caleb seguramente había mentido. Debía de
verse fatal — ¡Ya vuelvo!
Y sin decir más, se
fue corriendo entre las ramas del bosque. Caleb lo vio con el ceño fruncido.
—¿Qué? —preguntó
Gabe, inocentemente.
—¿Era necesario
decirle eso?
—¡Pues claro, era la
verdad!
—Gabe… —le advirtió
él—, Ap se veía preciosa tal y como estaba. Déjala en paz.
—Bah, eso lo dices
tú, que estas hasta las cachas por ella, pero yo que soy consciente y tengo
ojos, veo que se ve fatal. A cualquiera le pasa. —Caleb rodó los ojos.
—No se veía “fatal” y
si quieres saber qué es verse así, mírate en un espejo, porque la madrugada te
viene mal —le guiño un ojo, juguetonamente.
—Ja-ja. Sé que sólo
lo haces por molestar… —Aunque no pudo evitar tocarse el rostro, en busca de
alguna imperfección en su cara. Caleb se carcajeó por el gesto y Gabe le sacó
la lengua.
—Eres un hijo de…
—¡Ya volví! —gritó
April, mientras se acercaba corriendo felizmente.
—…La chingada
—terminó Gabe torpemente debido a su llegada. Sabía que si decía alguna
palabrota lo regañaría en todo el camino y no quería eso.
—¿Chingada? ¿Qué es
eso? —Los vio confundida— ¿De qué hablaban?
—Oh, Gabe sólo me
decía como yo era un…
—¡Palabras mexicanas!
¡Le estaba enseñando palabras mexicanas a Caleb!
—Oh… claro. —dijo
ella, confundida—. En fin, ¿nos vamos yendo ya?
Los dos asintieron,
obedientemente. Caleb recogió las últimas cosas que aún quedaban del campamento
improvisado y tomó a April de la mano. Gabe por su parte, se les adelantó y
comenzó a caminar con sus pantalones rosas como si fuera una pasarela. En algún
momento de todo el recorrido, él se volteó, los vio a ambos con desdén y les
sacó la lengua en un arrebato infantil. La pareja le hizo un gesto un poco
inapropiado para su gusto.
—¿Los demás ya están
allá? —preguntó April, curiosa. Suponía que debía de ser así, debido a que no
había visto a Raúl o a los gemelos en la mañana.
—Sí, en efecto
—afirmó Caleb—. Lo que pasa es que, a las 5:00 de la mañana Joseph no podía
dormir porque decía que le faltaba “el calor de su propia cama” y Jeremy, como
gemelo leal dijo prácticamente lo mismo. Raúl se despertó porque los oyó a
ellos dos hablando y les pidió educadamente que se callaran y a educadamente me
refiero a “Cierren la maldita boca de una buena vez”. Yo, por mi parte, me
desperté cuando oí el gran insulto y pedí saber qué pasaba, me lo contaron y
como a los 5 minutos decidieron buscar ayuda. Me volví a dormir y casi que a
las 7:00 llegaron, diciendo que habían conseguido a alguien.
—¡Woa! ¿Todo eso pasó
mientras yo dormía?
—Ajam… Aunque yo
también estaba dormido, no te preocupes. Pero… ¿Te han dicho que tienes el
sueño pesado?
—Um… —April pensó
unos segundos antes de responder. Realmente, su madre decía que roncaba, pero
no le preguntaría eso a él—. Mi mamá dice algo como eso…
—Pues tiene razón,
por lo menos no roncas. —ella le vio fascinada, pensando que había adivinado lo
que pensaba, mas al ver su cara divertida supo que le había leído los
pensamientos.
—¡Caleb! —le pegó
fuertemente en el brazo—. ¿Cuántas veces te he dicho que no leas mis
pensamientos?
—Como 2… Además, ¡eso
dolió! —le reprochó mientras se frotaba la parte afectada, tratando de
alivianar el dolor —. Eres una agresora, Ap. Te demandaré, en serio.
Ella se rio
fuertemente.
—Eres demasiado
dramático, cariño.
—Claro, ahora me
dices cariño, pero hace unos segundos me estabas pegando con todas las ganas
del infierno.
—¡Esas palabras,
Caleb!
—¡Ves! Eres medio
bipolar, Ap… —él le dio una mirada divertida—. Ahorita me vuelves a pegar y
después me das un beso de recompensa.
—¡Mira quién habla!
El bipolar aquí, eres tú.
—Bah, los dos somos
así y punto. —Ella le hizo un pequeño puchero y él la beso, haciendo que
sonriera.
—Te dije que eres una
bipolar. —April se rió.
—Cállate.
Y así, siguieron
caminando por el bosque hasta lograr salir a la carretera. De ahí, dieron la
vuelta y se encaminaron por el desierto que habían pasado hace tan sólo un día.
Comenzaron a caminar con el calor aumentando y sin siquiera un poco de agua en
el que tomar, aunque finalmente, con un poco de paciencia, llegaron al carro con
los demás.
Raúl estaba colocado
al lado del carro, colocando una llanta ya inflada y Jeremy se encontraba
ayudándolo. Joseph, por su parte, estaba agradeciéndole a una pareja de
viejitos que le sonreían abiertamente. April pronto notó que había otro carro
parqueado al lado del de ellos y supuso que era el de la pareja.
Los tres vieron como
Joseph se despedía de los señores y como ellos se iban con algo en las manos.
Cuando llegaron hasta ellos, el gemelo les sonrío.
—¡Ya tenemos todo
listo! —gritó, entusiasmado. Su cara se había tornado en una bola de felicidad.
—Vaya, alguien
amaneció optimista. —le dijo April, sonriente. Él la observó y le plantó un
beso en la mejilla.
—¿Crees que el
optimismo servirá para que me des un beso?
—No lo creo,
amiguito. —él suspiró triste y ella le dio una palmada en la espalda,
reconfortándolo. Caleb rodó los ojos.
—¿Están listos por
allá? —les preguntó a Raúl y Jeremy.
—¡Sí, todo listo! —le
respondieron al unísono.
—Bueno, entonces
vamos —intervino Gabe, pasando a todos por alto. Fue el primero en subirse al
auto y acomodarse al lado de la ventana.
—Buchón ese. Cogió el
mejor lugar —se quejó Jeremy, frunciendo el ceño.
—¿De qué te quejas?
Mientras no vayas en el centro, no te irá tan mal —Caleb le guiño un ojo—,
además, el centro tiene mejor vista.
—Lo que sea —le
respondió él, mientras se metía detrás de Gabe al coche.
Raúl los observó a
todos, como no sabiendo qué hacer, así que se encogió de hombros, flexionó sus
brazos y se adentró al auto como todos los demás.
—Dios, todos aquí son
tan dramáticos…. —Joseph se quedó analizando la situación unos segundos.
—¡Esperen! ¡Esos idiotas no se dieron cuenta de que me acaban de dar la
oportunidad de ir en la ventana! ¡Ja! ¡Estúpidos!
April y Caleb
observaron divertidos como Joseph se iba dando saltos por todo el recorrido.
Riendo, se dirigieron hasta el carro y, como todos los demás, entraron en él.
—¿Listos, chicos?
—les preguntó, Caleb.
—¡Sí, capitán estamos
listos! —le respondió Jeremy, divertido. Caleb rodó los ojos.
—Si piensas que voy a
seguir el diálogo de la canción de Bob Esponja, no lo haré.
Jeremy le lanzó una
mirada acusatoria.
—Te odio.
—Y yo a ti,
chiquitín. —Todos en el auto rieron y Caleb se encargó de encender el carro y
comenzar de nuevo por la carretera. Claramente, tardarían en salir de ese mini
desierto, pero de que lo harían, lo harían.
Pasaron unos minutos
en silencio total, hasta que Jeremy rompió con todo y empezó a cantar como
borracho la canción principal de “Bob Esponja”
Todos gimieron con
horror.
—¡Vive en una piña debajo del mar! ¡Bob esponja!
Caleb le lanzó una
mirada a April y ella sonrío, divertida. Él tomó su mano y besó sus nudillos,
manejando y manteniendo sus dedos entrelazados.
—Dios, realmente dan
asco —se quejó Gabe, moviéndose incómodo en su asiento.
—Own… ¿Quién está
celoso? —le molestó Joseph, mientras le daba un pequeño golpe en el hombro. Él
hizo una mueca.
—Malditas almas
alquimistas… —murmuró, enojado.
—¿Almas alquimistas?
—preguntó April, mientras se volteaba a curiosear.
—Sí, ya sabes. La
razón por la que ustedes se enamoraron en menos de un segundo…
—¡El mejor amigo que podrías desear!
Ella abrió los ojos
como platos y se sonrojó. ¿Cómo sabían eso? Caleb sonrío ante su inocencia y le
acarició la mano. Tal vez se le había olvidado contarle ese pequeño detalle…
—¿No la conoces? ¿La
lógica de ello? —intervino Raúl, ignorando los alaridos que daba Jeremy
mientras cantaba.
Ella negó con la
cabeza.
—Mi madre no era
alquimista, sólo sabía lo básico —se encogió de hombros—. Es por eso que no sé
muchas cosas que se consideran “básicas”, así que… ¿Podrían explicarme?
—Claro, mira… Se
supone que… —empezó Caleb.
—¡Espera! ¡Yo le
cuento! ¡Soy mucho mejor que tú en eso! —le advirtió Raúl.
—Pero…
—¡Nada, nada! Ya lo
hago yo…
—Lo que sea… —dijo,
rodando los ojos. April le sonrío tiernamente.
—¡Booob esponja! ¡Booob esponja! ¡Booob esponja!
—Mira, April… Ya
sabes que los alquimistas no somos normales. Nuestras habilidades, inteligencia
y demás, son superiores a la de un simple humano, pero no sólo nuestra mente es
diferente… Sino también nuestro corazón y alma. En otras palabras, nuestra
forma de amar. —la penetró con sus ojos, para ver si ella le seguía. Casi
hipnotizada, asintió.
—A la hora de amar a
alguien, no somos cuerdos. Al primer tacto con el alquimista deseado, quedarás
enamorado para toda la vida, al igual que el otro involucrado… —abrió la boca
para preguntar algo, pero Raúl la cortó—. Y antes de que lo preguntes. No, el
chico no se enamora contra su voluntad, todo lo contrario, al enamorarse lo
hacen el uno al otro, mutuamente, en el mismo momento en que se vieron y/o
tocaron.
—Pero, no entiendo…
—replicó ella—. En nuestra mayoría somos mujeres… ¿Cómo hacen ellas para
encontrar pareja? Y, ¿ellos también?
—¡Déjame y contesto
yo, porque tú haces que me quiera dormir! —le dijo Gabe. Raúl le pegó un
puñetazo, sin embargo, no se inmutó.
—Veras April, el amor
en nuestro caso va conforme nuestros niveles. El primer nivel, es el de
ustedes, los que casi no se encuentran. Normalmente, se enamoran de alquimistas
—si es que encuentran—. Los de segundo y tercer nivel, como nosotros, tenemos
varios casos.
—¿Cómo cuáles?
—¡La pizza de Don Cangrejo es la mejor pizza para ti y para MÍ!
—Dios santo. Hagan
que se calle… —dijo Raúl, en tono lastimero.
—Digamos… Si un chico
alquimista se enamora de una muggle y ella es la elegida, por ende, se
enamorarán del uno al otro. En cambio, si un chico alquimista se enamora de
otra alquimista de nivel 2 o 3, podrían quererse, mas no amarse para siempre,
como lo harían con el de su mismo nivel… —April escuchaba absorbida.
—Sin embargo, en el
caso de una chica —prosiguió—, sería muy diferente. ¿Por qué? Si ella se
enamora de un muchacho normal, no necesariamente el chico tiene que ser el
“elegido”, puede que él se enamore, pero no tanto como ella…
—Pero, ¿Cómo saben
quién es él o la elegida? —Les preguntó ella.
—Tuku tuku tuku PIZZA tuku tuku wichu wichu PIZZA.
—Amm… —Gabe dudó
antes de decirlo— Te explicaré con un ejemplo, ¿vale?
April asintió.
—Caleb y tú están
locamente enamorados el uno al otro, ¿no? —Ella se sonrojó mientras que Caleb
reía y asentía—. Tranquila, April, no contestes, se te nota en la cara… En fin,
ese amor que se tienen el uno al otro no se va a ir, nunca. Pasarán enamorados del
uno al otro durante el resto de sus patéticas vidas y, hasta después de sus
muertes. Ustedes tuvieron la suerte de encontrar a lo que llaman “almas gemelas”
“Y, créeme, no es
algo sencillo. Estas almas no se crean a partir de una sola vida, en realidad,
empezaron hace mucho tiempo, en otras totalmente diferentes. No hagas esa cara,
April. Sí, Caleb y tú han estado juntos vidas pasadas. Se han enamorado,
casado, vivido juntos y hasta tenido hijos, luego mueren y al renacer sus almas
se amaron tanto que se vuelven a encontrar.
Ella jadeó
sorprendida.
—Ustedes, pequeños
tortolos, se aman de esa manera tan alocada por eso. Cuando pelean, se reconcilian
en segundos. Si se pierden, se buscan como desaforados. Y todo eso no es por
esas chaladas del amor a primera vista, no. Más bien, amor a nueva vida. Las
almas se reencuentran y se vuelven a querer con locura. Sin embargo, esto sólo
les pasa a los alquimistas, no a los humanos. He ahí la razón por la que lo
llaman “almas alquimistas”
—Y… ¿los chicos y las
chicas que no son alquimistas, pero son los “elegidos”?
—¡Soy un cacahuate! ¡Tú eres cacahuate!
—Ellos fueron
alquimistas en otras vidas, Ap —intervino Joseph, que hasta ahora no había
hablado.
—Oh… —ella trató de
analizar todo—. ¿Y se supone que yo debería darme cuenta de quién es mi
elegido?
—¡No! Eso lo notan
los demás, ustedes no lo pueden saber… Sólo los que logran ver el aura de la
pareja. Normalmente, tienen un aura prácticamente idéntica. —Gabe asintió,
dando a entender que Joseph tenía razón.
April se volteó a ver
a Caleb, conmovida.
—¿Eso significa que
estabas enamorado de mí desde la primera vez que me viste?
—Desde que derramé la
primera gota de café —le dijo, guiñándole un ojo. Ella sonrío tiernamente y lo
alcanzó para darle un dulce beso. Él le tomó la cara entra las manos,
acariciándola en medio beso.
Gabe hizo una mueca
de dolor y gimió del asco. Joseph hizo un típico “awwwn”, mientras que…
—¡Omopelesipelepapalaljamalapepelesipelebob! ¡Soy un
cacahuate! —terminó
Jeremy, con un gran desafine.
Rápidamente la pareja se separó y lo analizaron con confusión. Aunque
Caleb tuvo que concentrarse de nuevo en la carretera.
—¡Cállate de una puta vez, Jeremy! —le gritó Raúl, desesperado.
—¡Jamás! Joseph, apóyame hermano. Canta conmigo —Jeremy observó a su
gemelo con suplica. Él se encogió de hombros.
—¿Por qué no? ¡Cantemos la de Burro!
—Dios, la de burro no… —pidió Caleb.
—Todo menos la de burro… —le siguió Gabe.
—¿Qué tiene la canción de burro? —preguntó April, divertida.
—Ahora lo verás, Ap… —le dijo Raúl, agarrándose la cabeza y frotando sus
sienes.
—Uno, dos, tres… —gritó Jeremy, entusiasmado.
—¡Trote relincho, trote, relincho! ¡Trote, trote,
trote relincho! ¡AU! ¡Somos sexys!
Todos en el carro gimieron con desgracia, a excepción de April que
empezó a reírse como loca. Lo irónico era que… Dios, ellos no tenían idea de lo
cierto que acababan de decir.
Y con más canciones de películas, siguieron conduciendo por la
carretera, muchos rogando porque pronto esos dos se durmieran o tan sólo se
quedaran sin voz…
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