10/07/2012

Capítulo 24.



And there was a beautiful view…

But nobody could see,

Cause everyone in the island was saying…
“Look at me!” “Look at me!”

--Laurie Anderson.

Eclipse… ¿Por qué sería que muchas de las cosas en el universo siempre se relacionan con eclipses? ¿En cosas científicas y todo eso? ¿Es por qué todo se alinea? ¿O por qué el universo tiene una extraña forma de conspiración contra nosotros para que solo puedan ocurrir cosas interesantes durante uno de ellos? Porque, si el mundo se acabara mañana, seguramente habría un eclipse y esa sería la señal de que se acaba el mundo… Y es raro que tenga que ser así, porque los eclipses siempre se meten de alguna forma en todo, ya sean solares, lunares… Siempre se meten de alguna forma, sin embargo, en este caso el indicado es el eclipse solar.

El que ocurre en plena luz del día… Pero no es como cualquier eclipse que nosotros los humanos conozcamos. Este es de una forma diferente, donde, el Sol logra alinearse con la luna y hacen que todo se vuelva oscuro… ¡Ah, pero el detalle no es ese! El detalle es que el mundo no se oscurece, sino que habrá algo que lo iluminara de a pocos…

Las estrellas.

He ahí la explicación de por qué le han llamado “eclipse alquimista”. Las estrellas hacen su aparición, dándoles una señal a los alquimistas para que sepan que el mundo está listo. El universo está listo para que hagan lo que he de merecer de la piedra filosofal y ese es el gran problema de toda esta situación. No hay fuerza posible que detenga lo que tiene que ocurrir si logran hacerlo, no hay nada que pueda detener lo que tiene que pasar con esa piedra, si es que ha sido tratada correctamente y eso es lo que más les da pánico a ese grupo de jóvenes y dos adultos…

Que la piedra sí ha sido tratada correctamente.

Todo sería diferente si la directora hubiese sido una principiante que no lograba manejar los detalles de la materia alquimistica, si ella no tuviese ayuda alguna y pudiese equivocarse de una forma realmente estúpida como para lograr que todo se vaya al caño, sería diferente si ella hubiese sido descubierta hace un poco más de tiempo, para impedir el crecimiento de la famosa piedra…

Pero no era así.

Ella había sido sigilosa, amable con todo el que se le acercara y justo cuando estuvo a punto de ser aniquilada, aniquiló al que venía a ser su asesino. Todo parecía estar ayudándole con sus planes, todo calzaba perfectamente en sus teorías, pues para ella, todo iba a pasar ese día. Ese mediodía, todo iba a ocurrir. Porque aunque muchos pensaran que era estúpido que todo pasa por un tonto eclipse, eso iba a ocurrir. Todo por el eclipse.

Un tanto cliché, ¿no?

Pero con todo lo inventado hoy en día, nada puede no serlo.

Si a April le hubiesen dicho que todo ocurriría ese día, ella se habría preparado más, habría hecho más cosas o habría creado un plan con todos los demás, sin embargo, con lo rápido que estaban pasando las cosas, algo le decía que tendrían que improvisar. ¡Y vaya si tendrían que hacerlo! La única cosa que tenían en claro es que debían llegar a la Academia, entrar, hacer caso omiso a Alonso y después subir las escaleras a más no poder para entrar a la oficina de la directora e irrumpir en su gran laboratorio y ahí…

Ahí comenzaba todo lo improvisado.

Nadie en el helicóptero podía parar de preguntarse, ¿qué harían cuando entraran allí? ¿Dirían una frase típica de superhéroes o acaso entrarían en acción inmediatamente? ¿Cómo es que no sabían si los matarían de un solo tiro?

¿Cómo es que no sabían si Charles y Darwin les estaban tendiendo una emboscada? ¿Una trampa?

Sin embargo, ya no podían preocuparse por eso, ya estaban en el helicóptero, ya casi llegaban…

Ya estaban ahí.

¿Cuánto les faltaba? ¿5 o 10 minutos para llegar? ¿Cuánto tiempo tenían? Era demasiado poco… Ya eran las 11:30 y todo sucedería a las 12:00. 12:00 del mediodía… ¿Por qué no los habían avisado antes? ¡Todo era demasiado rápido para ellos! ¡Jamás lo lograrían de esa forma! Los nervios los carcomían, todo su ser les decía que corrieran, pero su parte alquimista solo les informaba: quédense, deben hacerlo. Y todos pensaban lo mismo en el mismo minuto:

A veces, ser un fiel alquimista los jodía hasta las más profundas entrañas.

Las manos de Gabe sudaban hasta más no poder y las limpiaba sin parar en sus pantalones… ¿Qué iban a hacer?

—¿Creen que estemos preparados? —preguntó con temor. Casi no podía hablar, la garganta la sentía más seca que el desierto mismo.

Todos se voltearon a ver entre sí, preocupados. Hasta el perro “Mr. Pippi” vio a Gabe con nerviosismo… O tal vez era solo porque tenía ganas de orinar a Jeremy de nuevo.

—Sí, sí lo estamos, Gabe —respondió Caleb con firmeza, haciendo que todos sacaran el largo suspiro contenido.

—¡Claro que lo están! ¡Por eso los hemos elegido! —dijo Darwin con un optimismo realmente convincente—, ustedes son los indicados. Han demostrado ser de los alquimistas más fuertes en la Academia…

—Pero es que todos los demás están apenas formándose… —dijo Raúl con suspicacia.

—Am… —Darwin volteó a ver a Charles—, sí, pero ustedes son de los mejores.

—¡Claro que lo son! ¡Hasta Mr. Pippi está de acuerdo!

—¿Por qué rayos le pusieron Mr. Pippi? —preguntó Jeremy mientras observaba al perro con odio. Él parecía sonreírle diabólicamente con su lengua hacia fuera.

—Oh, es porque la misma razón que te orino a ti. Le encanta orinarse en las personas… —Charles le guiñó un ojo y él gimió. Ojalá ese perro no se le acercara mucho en los próximos días.

—Nunca lo había visto… —dijo Caleb, curioso. Jamás se había enterado de que en la Academia hubiesen perros.

—Sí, bueno, ellos solo ayudan en casos realmente especiales y como el helicóptero es de la Academia…

—¿Es de la Academia? —preguntó Joseph, asombrado.

—Sí, la pedimos secretamente, aunque la directora seguramente se enteró ya, pero eso no importa, porque…

—Estamos llegando a nuestro destino, señor Darwin —dijo el piloto al mando.
Darwin asintió.

—Muchas gracias. —los miró a todos con aprobación—. Muy bien, chicos… Ya estamos aquí. Ustedes pueden y nosotros sabemos que sí. No se distraigan mucho y… Tengan.

Acercándose a cada uno de ellos, les dio una pistola que lucía en un estado realmente bueno, pero que podría pasar desapercibida por cualquiera.

—No queremos recurrir a ningún acto de violencia, pero hay que ser realistas, la ocuparán…

Charles asintió.

—Vaya que sí…

—Nosotros intentaremos llegar con ustedes cuando hayamos parqueado el helicóptero, aunque creemos que para entonces todo habrá pasado… Son ya las 11:35 y saben cómo es esto…

Todos asintieron. En eso, el transporte comenzó a hacer ese sonido raro que siempre hacían los helicópteros y todos empezaron a moverse como gelatinas. Descendieron y descendieron… Más y más… Todo se iba viendo más claro hasta que finalmente tocaron el asfalto, dando un gran retumbo en todos sus cuerpos.

Charles se encargó de abrir la puerta y les sonrío afablemente.

—Nos veremos más tarde.

Uno por uno, bajaron con nerviosismo. El Sol los aturdió un poco, sin embargo, se lograron ubicar perfectamente cuando estuvieron bien puestos en su lugar.

Se encontraban enfrente de la Academia, con toda su altura imponiéndose sobre ellos; se sintieron intimidados, mas no se inmutaron porque ellos tenían una misión y estaban seguros de que la harían a como pudiesen hacerla.

Como si estuviesen sincronizados, se movieron al mismo tiempo con elegancia y audacia, entrando en fila por la cerca y llegando al porche donde la gran puerta los esperaba para ser tocada.

April tocó con fervor.

—Ap… —comenzó a decir Jeremy.

—Yo me encargaré de distraer a Alonso —dijo de repente. Ella tenía una linda relación con el grandísimo mayordomo y se las podría arreglar.

—Pero… tenemos que ir todos juntos —replicó Caleb, con el ceño fruncido.

—Am… April… —Jeremy los veía con estrés incrustado

—Pero no sabemos qué tanto sabe y si él se lo propone, nos quitara tiempo. Ustedes sigan…

—¡April! —gritó en un susurro.

—¡¿Qué?! —le respondió, enfadada.

—Este perro de mierda me siguió hasta aquí…

Todos se voltearon a ver a Jeremy, que era el último de la fila. En efecto, Mr Pippi lo había seguido todo el camino hasta la entrada. Alguien se había conseguido un nuevo amante…

Sonrieron con malicia.

—No le hagas mucho caso, Jeremy… Pronto se irá.

—Sí, claro. No eres tú a la que anda meando a cada rato…

—Solo fue una vez —dijo mientras rodaba sus ojos.

—¡Y quién sabe cuántas más, mira qué…!

De pronto, la puerta se abrió lentamente y ella les guiñó un ojo.

—Ya saben qué hacer.

Jeremy dio un grito de exasperación, sin embargo, puso una máscara de seriedad en su rostro cuando Alonso se dejó mostrar ante ellos con sus grandes ojeras y su altura larguirucha.

Abrió un poco los ojos, sin embargo, no se dejó inmutar.

—Discúlpenme jóvenes, pero me temo que si lo que buscan es entrar, están en el lugar equivocado, no se puede…

—¡Jaime, hace tanto que no nos veíamos! —replicó April e hizo una señal a los demás para que pasaran con rapidez. Como si de una bala se tratara, todos se adentraron a la Academia corriendo.

—¡No, esperen! ¡Muchachos, no pueden pasar… está prohibido! Y… ¿es eso es un perro?

April rió por lo bajo.

—Jaime, dígame una cosa… ¿Cuántos años tiene? Se le ve muy viejo para estar trabajando… ¿Unos 80, 70 años?

Él la vio con irritación.

—Si usted fuese una señorita educada sabría que no se le pregunta a un joven adulto como yo, su edad…

—¡Ah, entonces tiene más de los que le calculé! ¿100 años? ¿¡O es usted tal vez un vampiro!?

Él rodó los ojos.

—Sería ilógico que fuese yo un vampiro, pues se supone que guardan su juventud, así no envejecen…

April alzó una ceja sardónicamente. Él la vio con vergüenza.

—Vaya, vaya… Alguien aquí es fan de Stephanie Meyer.

—Yo… yo… —se acomodó su chaqueta para aparentar delicadeza—. ¡Por lo menos yo me leí los 4 libros y no soy como esas niñitas que ven la película!

Ella le sonrío con picardía.

—Entonces debe saber el final del cuarto libro…

—¡P-por supuesto! —su respuesta no era muy convincente.

—Oh… entonces debe saber que… ¡Jacob se muere en Amanecer!

Alonso dio un grito típico de una fan de la saga y casi se cae en medio lugar.

—¡Y ahora… yo me tengo que ir! ¡Si me disculpa…! —y sin decirle nada más lo empujo con “cariño” y salió corriendo hacia la recepción, buscando a los demás y preocupándose un poco por Alonso, pues estaba segura que lo había tirado en los jardines sin querer —además de que ella no sabía si Jacob moría; no había leído los libros, solo visto las películas así que le estaba mintiendo gravemente—.

Casi dándole un susto de infarto, alguien le tocó el hombro.

Gracias a Dios era Caleb.

—¡Dios, que susto me has pegado! —le dijo con el corazón en mano.

Él le sonrío.

—Perdona, pero tenemos que irnos rápido al laboratorio de Magdalena.

Buscó con la mirada alrededor de Caleb.

—¿Y los demás?

—Am… cuando entramos, Raúl y Gabe vieron que alguien se llevaba a un montón de muchachas a los jardines de atrás… Parecían ser todas las de la Academia, así que fueron a investigar y Jeremy se enfadó con el perro porque lo volvió a orinar y Joseph se fue detrás de él, reclamándole que no era tiempo de hacer uno de sus berrinches y… Bla, bla, bla… Por lo que me dejaron prácticamente solo.

April rodó sus ojos con molestia.

—Son como niños.

—Díselo al que ha pasado años con ellos…

Ella rió.

—Vamos, estamos perdiendo mucho tiempo aquí…

—Verdad…

Y sin decirse más, salieron corriendo en dirección a las escaleras. En cuestión de segundos ya jadeaban por aire, pues eran bastantes, sin embargo, ellos continuaban hasta más no poder. Finalmente, se encontraron cara a cara con la puerta de la directora; esa que tenía una placa dorada con su nombre.

Esa que marcaría sus destinos.

Entrando sin ningún percance —pues se encontraba medio abierta—, se situaron al frente del escritorio y buscaron con la mirada el “supuesto” laboratorio personal que tenía Magdalena.

No era algo muy difícil de encontrar, ya que había solo dos puertas: una estaba abierta de par en par y la otra estaba cerrada con un gas amarillento saliendo de ella.

Sí, vaya dilema.

Sin pensárselo dos veces, ambos se fueron hasta la puerta con humo amarillo y trataron de abrirla.

Curiosamente estaba abierta.

¿Quién en su sano juicio dejaba la puerta abierta cuando se suponía que estaban haciendo un plan súper secreto y raro?

Sí, los tontos.

Aunque la escena con la que se encontraron no era en absoluto de tontos.

Magdalena estaba con su moño desmarañado en frente de un gran —por no decir gigantesco—, balde, lleno de una sustancia roja que cambiaba de color a amarillenta. Sonreía con satisfacción y algo parecido a la lujuria. Ronald se encontraba a su lado, vertiendo algo parecido a sangre y mirando repetidas veces a la esquina de la sala. Muchos podrían preguntarse por qué era una sustancia si se supone que la piedra filosofal es una “piedra”. Pues bueno, la piedra comienza como eso, pero a la hora de tratarse se convierte en líquido, un líquido espeso cambiante cada día. Pasa de un color azul a café y de café a rosa y amarillo… Así va año tras año y por eso, no se ocupa de una piedra para el experimento, sino de una sustancia.

La sustancia de la piedra filosofal.

Era más que todo un mini laboratorio, pero no por eso dejaba de serlo. Con todas las sustancias que conlleva y sus tubos de ensayo, era algo de lo más completo.

April y Caleb observaron con curiosidad a donde veía tanto Ronald, pero no lograban ver mucho pues las patas de la mesa no los dejaba ver nada…

Hasta que alguien se movió y dio a la luz justo lo que jamás hubiesen planeado ver.

Tres muchachas se encontraban tiradas en el suelo, con las cabezas apoyadas en la pared y sus manos entre su vientre. Una de ellas tenía una gran hendidura hecha por un filoso cuchillo en su pierna; otra la tenía justo en su pecho y la última parecía tener una herida en la espalda. Podría parecer que solo las habían querido asesinar, pero había algo que hacía que nada fuese un “normal asesinato”

Porque las heridas estaban hechas justo en la cicatriz alquimista, quebrantándolas, partiéndolas a la mitad, como diciendo “aquí ya no queda nada”. La pareja se estremeció; las tres chicas estaban muertas, de eso no había duda.

Como si apenas se enteraran de que habían entrado, Magdalena y Ronald se voltearon a ver a los chicos y sonrieron con malicia.

—Vaya, vaya… Finalmente llegan. ¿No les parece que se tardaron demasiado? —preguntó la directora con suspicacia. April y Caleb se voltearon a ver con una preocupación inmediata.

Los estaban esperando.

—La verdad, creo que llegaron en la hora justa… —intervino Ronald con una gran sonrisa, dándole una larga mirada a Caleb hasta verlo fijamente a los ojos.

Ojos color azul zafiro.

Caleb se atragantó con su propio aliento. Esos ojos. Esa mirada gatuna… ¿Cómo nunca lo había reconocido? Era él. Ese maldito acosador… El que buscaba a April con insistencia y ardua labor. Él, él, él. Él había estado siempre detrás de ella y él nunca supo darse cuenta.

Se sentía tan estúpido.

Él le dijo a April que se fueran a Virginia. Él persiguió a April aquella noche. Él la había seguido hasta Virginia.

Todo, absolutamente todo, él.

—Maldito hijo de puta… —dijo Caleb entre dientes. April le dio una mirada confusa.

—¿Eh?

—Vaya, alguien se dio cuenta de que ya nos habíamos visto frente a frente… ¿No es así, Caleb? —Ronald se movió hasta quedar detrás de una mesa. Movió su cabeza a un lado, invitándolo a venir por él.

Caleb vio que cojeaba y supo que el balazo le había ayudado por lo menos en algo.

—¿A qué se refiere? —preguntó ella confusa.

—Él es el que vino a por ti anoche y el que te siguió hasta tu apartamento el otro día…

—No te olvides de hace una semana, cuando la visite por ahí de las 12:00 pm en su casa… Niña, déjame decirte que tu seguridad no es muy buena.

Inmediatamente, April se sintió con el corazón en la mano. ¿Había sido visitada tan fácilmente por alguien a quien medianamente conocía? Dios, le daba escalofríos.

—Deja de hablar como si todo hubiese sido pan comido, Ronald —le reprimió la directora—, después de todo tuviste que viajar en el helicóptero para tratar de robarle ayer y no lo lograste.

Él la observó con furia.

—Te dije que este pequeñajo intervino.

—Y yo te dije que vendrían a nosotros, ¿no es así? —sonrío con cariño impregnado—. Ustedes han sido unos muchachos realmente escurridizos… Más tú, jovencita.

April le dio una mirada llena de odio.

—No sabes cómo me sentí cuando te vi cruzar esa puerta. Tus ojos… Los mismos ojos de tu padre —hizo una mueca de repugnancia—. Supe que tendría problemas… Debo decir que no fue mi mejor plan haberte puesto con Caleb, porque, querido… Tenía grandes planes para ti. Me habrías ayudado de una manera gigante, sin embargo, no me hiciste caso y te tuviste que enamorar de esta chiquilla idiota.

Caleb apretó la mandíbula.

—2 semanas me ha tomado alejarlos de mí y lo logré. Pero han sido 18 años lo que me ha tomado controlar la piedra y lo he logrado también, ¿acaso eso no les dice algo? ¿No les da alguna pista? Porque a nosotros sí. El universo está de nuestro lado, lindos. Él nos está ayudando… La piedra es nuestra, será nuestra, nos funcionará como nunca y nos dará lo que siempre hemos deseado.

—Oro y vida eterna —dijo Ronald con orgullo.

Magdalena asintió.

—Aunque no me puedo quejar, el oro nos ha llegado fácilmente. La piedra es realmente buena dándonos eso, aunque solo sea un pedazo el que tenemos en nuestras manos…

—¿Un pedazo? —preguntaron al unísono.

—Ajá… —ella los miró con enojo—, ¿qué creen? ¿Qué la piedra es tan fácil de conseguir? ¡Por favor, la piedra está dividida, hasta ustedes deberían saberlo! ¿Y quieren saber quién tiene la parte para dar vida eterna?

Ambos se quedaron callados.

—Tú, corazón. —dijo, apuntando a April—. Ese collar. Esa estrella. ¡Tú lo tienes! ¡Tu maldito padre colocó un pedazo de la piedra en ti, idiota chiquilla! ¡Él sabía que yo iba detrás de él! ¡Hizo el collar antes, todo antes! ¡Tú eres la maldita elegida y por eso, hemos de quitarte el collar! Por eso te ha seguido Ronald todo este tiempo; por eso tratamos de que los Renewed te pegaran un balazo, por eso ocurrieron todas esas persecuciones… ¿No lo ves? ¡Somos aliados! ¡Los renewed y nosotros los somos! ¡Y ustedes tenían que venir e intervenir! ¡Ese gay, metiéndose en mi camino y haciendo que lo balearan! ¡Te juro que tuve la tentación de ponerle un suero en su medicamento para que se muriera, pero no lo hice! Y esa bebida… ¡La de aquel restaurant! ¡Le iba a poner veneno, pero Ronald se equivocó y le puso una cosa rara para dormir! Pero si no hubiese sido por eso, ¡Estarías muerta al igual que esas estúpidas chicas muertas allí! —terminó, señalando al grupo de jovencitas muertas en la esquina.

April tenía los ojos llenos de lágrimas, más de rabia que de todo lo demás.

—¿P-por qué tenía que hacerlo, eh? ¿Matar a toda esta gente?

—Para llegar a la piedra, chiquilla tonta. ¿Ves a esas alquimistas? Son de los 3 niveles. Porque yo necesito su sangre para la sustancia; mi idea no era matarlas, pero como no se paraban de mover y oponían resistencia, tuvimos que cortarlas en la cicatriz y como tú sabes, si las cortamos allí, las matamos.

April tragó fuertemente.

—No debieron…

—Pero lo hicimos —intervino Ronald —todo para nuestro bien. Créeme, seremos ricos y jóvenes después de esto. Nada mejor que lo que está por venir… Y, ¿sabes qué es lo mejor? Que ya casi es la hora. Sin embargo, necesito tu collar.

Sin pensárselo dos veces, Caleb sacó su pistola que guardaba en su pantalón y apuntó a Ronald de un dos por tres. Él era rápido, por lo que se movió en cuestión de segundos y él trató de apuntarle de nuevo, pero cuando se dio cuenta él estaba delante de April, justo en frente de ella, agarrándola por el cuello.

Caleb no se inmutó y volvió a apuntar pues sabía que no le daría a April, sino a Ronald.

Hasta que vio que la directora tenía una pistola mejor que la suya.

—Le disparas a él y la chica muere. —dijo con un cariño realmente falso. Él la vio con preocupación pero siguió apuntando, Magdalena también.

Caleb solo podía preguntarse dónde estaban los demás, ¿es que acaso se los había tragado la tierra? ¿Acaso no veían que ya casi era hora? ¡Eran las 11:59, ya estaba ahí! ¡Necesitaba de la ayuda de todos ellos!

Pero algo estaba contra él porque no aparecieron como él hubiese deseado que lo hicieran.

El cielo empezó a oscurecerse, el eclipse ya estaba allí. Con nerviosismo, Ronald le quitó el collar a April en un dos por tres, haciendo que cayera al suelo con un golpe sordo. Caleb corrió hasta ella, quien se sentía a desfallecer; en cuestión de segundos, le tendió el collar a la directora y ella lo tomó con una sonrisa llena de satisfacción… Mientras se fijaba en su reloj, vio que ya solo faltaban 5 segundos para su gran acto. Lo que los haría terminar con todos esos años de trabajo y fingimientos. Finalmente, estaban ahí.

—4…

Se oyeron un montón de pasos en dirección al laboratorio.

—3…

El gran grupo de alquimistas irrumpió en la sala, viendo una escena realmente macabra. April tirada en el suelo y Caleb mirándola con ojos llenos de lágrimas, la directora con un collar que les parecía muy parecido al de alguno de ellos y Ronald con una sonrisa felina. Darwin y Charles querían correr, gritar para que no sucediera pero era demasiado tarde para lograrlo. La habitación ya estaba casi a oscuras.

—2…

Como si todo fuese en cámara lenta, la sustancia comenzó a tornarse de un color todavía más rojo y echaba espuma por todos lados.

—¡1…!

Finalmente, Magdalena echó el collar con la piedra dentro del balde y todo en la habitación hizo boom. El eclipse se había completado del todo. Las estrellas aparecieron sin tardarse ni un poco y un color amarillento y rojizo se extendió por toda la habitación, haciendo que tuviesen que cerrar los ojos. Tiraba un polvo extraño, del color del polvillo de hadas y la espuma se esparcía por toda la habitación. Magdalena no contenía su excitación y Ronald no se lo creía, estaba pasando realmente. Estaban siendo bañados en la piedra, estaban siendo prácticamente bañados en lo imposible.

En oro y en vida eterna.

El eclipse duró poco, pues a los pocos segundos la habitación se fue aclarando hasta que todo era de día nuevamente. Ronald no se contuvo y beso a Magdalena con todo su amor contenido y ella, emocionada le devolvió el beso con todas sus ganas posibles.

—¡Lo logramos!

—¡Noo! —dijeron todos al unísono. Ellos les sonrieron con malicia.

—Oh, sí…

Todo parecía ir bien, tenían la piedra y hasta se sentían más jóvenes. Lo único que necesitaban era que comenzara a aparecer el oro…

Y así fue.

De pronto, las piernas de la directora se comenzaron a endurecer. Sus pies se estaban tornando dorados, sin embargo, ella aún no lo notaba. Jeremy abrió los ojos como platos y Raúl hizo una mueca de horror, pues no encontraba lógica a lo que estaba pasando.

Pero Darwin y Charles sí.

Ellos sabían que si el procedimiento de la piedra filosofal no se hacía con cuidado y con la debida protección, tendrías una pequeña enfermedad creciente conforme pasaban los años. La enfermedad dorada. En ella, si la piedra lograba tratarse, al final del procedimiento completo te convertirías en oro…

Y así era.

Magdalena estaba hecha oro, pues ya tenía dorado hasta el vientre. Ronald la observaba asombrado, sin embargo, no mostraba una sorpresa genuina, pues él sabía lo que le pasaría… Una de las razones por las que se había quedado con una mujer tan tediosa y mandona era por eso.

Porque no tendría que compartir su fortuna.

—¿Qué… pero qué me está pasando? —preguntó con horror.

—Te conviertes en oro —le respondió él con una sonrisa.

—Pero…. Pero… ¡No es posible! ¡Esto es imposible, yo…! —lo vio con tristeza—, ¿tú sabías de esto?

—Desde hace 15 años, cuando vi tus manchas, querida…

Una lágrima pasó por una de sus mejillas.

—¿Cómo pudiste? —dijo mientras el oro llegaba a su cuello. La había traicionado de una manera horrible y ella que daría todo por él.

—Te aguanté años de años. Maté a uno de mis mejores amigos… Me hiciste pasar por cosas que ya me hartaron… No lo sé, supongo que verte ir al infierno será lindo.

Un sollozo se escuchó de su boca, hasta que fue sellada por el oro deslizante. Sus ojos nunca dejaron de ver a Ronald, el tipo que la había engañado como nadie había logrado. Ese hombre del cual se había enamorado y no le había servido de nada, porque él no la amaba. No como ella creía.

Con una última lágrima de sus ojos, el oro llegó hasta ellos y entonces, ella ya no veía, no oía, no hablaba… No podía hacer nada. Su cabello se endureció y todo en ella quedó inmóvil.

Sin vida.

Y hablando de vida… No todo era color de rosa para Ronald, quien celebraba su victoria con felicidad… Era tanta su alegría que no estaba notando las arrugas que se formaban en su rostro. De 40 años, pasó a tener 70… Y 90… ¡Oh miren, su cabello ahora estaba lleno de canas! Y su corazón estaba dejando de latir poco a poco.

Pronto, él se sintió extraño y al bajar su mirada hasta sus manos, se vio con un temor indescriptible, al saber lo que le estaba pasando. Se estaba haciendo viejo… eternamente viejo.

Cuando finalmente sus ojos se cerraron y él cayó en el piso con un tranquilo paro cardíaco su cuerpo estaba más decrepito que el de alguien de 202 años… Porque ahora, él los tenía.

Todos en la habitación lo vieron con horror, pues ese era uno de los efectos de los que Darwin les había querido decir. Si la piedra filosofal es mal empleada, puede ocurrir o una de dos:

O te haces oro.

O te mueres por vejez infinita.

La cosa es que, como ambos habían sido bañados por la sustancia, no les había dado una de las dos opciones, sino que les habían dado una opción a cada uno.

Y vaya que hermosas muertes habían tenido.

Ya, asegurados de que estaban muertos, todos en la habitación vitorearon felices, pues habían ganado… Hasta que vieron a April y a Caleb en el suelo.

Curiosamente, en todo ese tiempo ocurrido, la situación se invirtió. Caleb ahora estaba acostado en la madera, casi sin respiración mientras April lo miraba con ojos llorosos y un corazón destrozado.

—Caleb, amor… ¡Dios, qué te pasa! ¡Reacciona, por favor! —gritaba desesperada. De alguna extraña forma, cuando le habían quitado el collar, se había sentido expuesta, pero no le pasó mucho… Fue cuando Caleb se acostó en el suelo que comenzó a preocuparse. Pareciera que le estaba fallando algo en el cuerpo, pero ella no entendía qué le pasaba.

Ella debería estar muriendo no él. Si a ella le quitaban el collar, renunciaba al alquimismo, no Caleb. Si a ella le pasaba eso, ella debía morir no él.

Verán, el collar de un alquimista no solo significa alquimia sino la vida del alquimista. Entonces, si alguien decide quitárselo renuncia a la alquimia, renunciando a su vida también.

Y eso debía estarle pasando a April.

Pero le sucedía a Caleb.

—No entiendo… ¡Yo debería estar así, no él! —sus gritos eran cada vez más desesperados. El grupo de jóvenes se avecinó sobre ella, tratando de captar la situación hasta que Darwin vio el cuello de Caleb.

Ese no era su collar.

—April… Dime una cosa… Lo que tiene Caleb en el cuello no es una cadena, ¿no es así? ¿Es un collar? —los ojos de April se abrieron de manera sobrehumana y comenzó a buscar en Caleb la señal de que tenía su cadena y no un collar… Pues una cadena es de hombre y un collar es de mujer.

Pero no era así.

Caleb tenía colgada un collar con una estrella que tenía una “A” grabada.

Había intercambiado.

Los sollozos de April se hicieron más fuertes, hasta casi llenar toda la Academia, ¿cómo había hecho eso? ¡No era posible!

—¿Cómo lo hizo? No… no lo entiendo…

—Es que… —Charles movió sus manos con preocupación—. Si ustedes son almas alquimistas pueden intercambiar collares en la situación más extrema… No sé cuándo las habrá cambiado este muchacho…

Ella casi cae a morir allí. La noche pasada habían dormido juntos. Ella se había dormido primero… Ahí lo había hecho. ¿Acaso él sospechaba que su collar tenía algo especial?

—¡Pero la cadena estaba en mi cuello, debería hacer efecto en mí!

—No… Era su cadena en primer lugar, el efecto ahora cae sobre él no sobre ti. Por eso la piedra no funcionó, no había ninguna piedra filosofal en ella.

Comenzó a menear su cabeza con desesperación. Eso no le podía estar pasando a ella, no a ella.

—Caleb… Amor, responde… Vamos, ¡vamos! ¡No me puedes hacer esto!

Con suma delicadeza, sus ojos se fueron abriendo poco a poco. Cuando la vio, sonrío.

—Estás bien.

Sus lágrimas caían en su pecho.

—¡Pero tú no! ¿Qué hiciste?

—Salvarte… Prefiero que vivas tú. Raúl te cuidará, no te irá mal, princesa. Él te cuidará como nunca nadie lo ha hecho…

Gemía y gemía. ¿Cómo era que le estaba pasando eso?

—Caleb, no hables así… No mueras, no, no puedes…

—Ap… Yo…

—¡No lo digas! ¡No vas a morir! ¡No puedes hacerlo! Yo te amo, ¿no lo entiendes? No me puedes dejar así… —tomo sus manos entre las suyas—. Se supone que estamos destinados a ser… ¡Tenemos que estar juntos para siempre, Caleb! Nos enamoramos en 1 menos de una semana, ¿no crees que eso debería valer? ¿Cuántos pueden decir eso? ¡Se suponía que nos casaríamos, que tendríamos hijos juntos y moriríamos de viejos! ¡Yo he soñado con eso todas las noches! No puedes hacerme esto…

Más lágrimas caían sin parar.

—Tú no p-puedes.

—Ap… Princesa, vas a estar bien.

—¡No, no lo voy a estar!

—Sí, lo estarás… —volteó a ver a todos con amor—. Tienes a un grupo de idiotas para cuidarte.

Ella solo lloró más.

—Y a mí, un ángel que te cuidara desde el cielo.

Sorbió con su nariz.

—Cuídame desde aquí, mi príncipe. Eres mi príncipe, ¿sabes? Vamos…

—Te amo, Ap… Sabes que siempre lo haré.

—No hables así… Tú…

La mirada que le dio se lo dijo todo, debía callar. 


—April, ambos sabemos que hasta aquí llegué. Ya no hay marcha atrás… —le dio una mirada triste, pero amorosa—. Creo que esta es una forma de demostrar que soy realmente egoísta, ¿sabes? Porque prefiero morir a vivir sin ti… Prefiero que tú vivas y me superes a tener que superarte yo, porque sabes que para mí sería imposible… Sin embargo, no puedo decir que me arrepiento de mi decisión porque eso sería una mentira gigantesca. 


La respiración comenzó a fallarle.

—Ap, solo quiero que sepas unas últimas cosas antes de irme… —besó levemente su mano—. Tu sonrisa es la sonrisa más hermosa del mundo y cada mañana, cada minuto en el que aparece me haces sentirme el hombre más afortunado del mundo. ¿Tu forma de acurrucarte en mi cuello en las mañanas, a la hora de despertar? Eso me mata porque lo único que quiero hacer es comerte a besos. Y cuando te enojas… —rió un poco—. Dios, te juro que no hay cosa más sexy que eso, lo supe desde nuestra primera pelea… Pero lo más importante, princesa…

 El aire cada vez era menos en sus pulmones. La observó una última vez y sonrío.

—Es que te amo… —terminó de decir mientras sus palabras se desvanecían y sus manos caían…

Como su corazón, que acababa de dejar de latir.
 



 


2 comentarios:

  1. Mel!!! jajajaja gracias!! por tus palabras y pues mira jummm tengo 26 años :O !! ya sé muy grande verdad? jajaja perpo me siento y considero me veo más joven.
    Eso de verme rudo no sé por qué me lo han adjudicado, pero pues eso me dicen..
    "Cundo te conocí R, pensé que eras el típico hombre" pero ahora veo que no, eres diferente... y otros asjetivos que me gustan y a la vez me dejan como pensando...
    Pero pues ahí tienes mi verdadera edad 26!!! soy grande verdad??? jajajaa

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  2. Jajajajaaj si Mel esa edad tengo pero pues ocmo dices en las relaciones de amistad, y cualquier otro sentimeinto de valor no hay edades, ni razas, ni stratus, y soy de esos que para mi todos merecen la oportunidad de conocer, y me ha pasado lo mismos, a veces me pregunto si ser así pesado ayuda, ya que veo que son los que estan en lo top del top, pero pues al final digo , NOO eso sólo me acarrearía problemas y como diría Jared de las crónicas de spiderwick "Soy pacifista" jajajaja y ahora que leo "La paseadora de perros! hay un personaje que en definitiva me describes.
    Besos Mel y que ni la distancia y ni las edades trunquen esto tan lindo que se ha vinculado.
    Hasta muy pronto.
    Y no te creo de dies he! jajajaj eres una chica muy madura de mente, besos.

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