Querido reflejo:

Ayer te vi mirándome, colgado de una pared. Sí, observé la manera en que me observabas de arriba hacia abajo, inseguro, temeroso. No pude evitar notar la forma en que tus ojos me inspeccionaban  una y otra vez, sin parar, sin tomar descanso y, aunque debí haberme sentido halagada por ser recibidora de tanta atención, lo único que lograste hacer fue que me estremeciera por pensar lo que mi mente inmediatamente catalizó…

Eres fea.

Mujeres, ¿cuántas hemos sido víctimas del espejo? ¿Martirizadas por una imagen en la que ni nuestras propias cabezas parecen ayudar? ¡Enloquecemos con pensamientos! Nos emborrachamos en palabras que nos cortan por dentro. ¡Gorda, fea,  pequeña, muy alta! ¿Desde cuándo tienes tantas ojeras? ¿Y por qué tu cabello luce así hoy? Demasiadas inseguridades, llenas de temor de no ser aceptadas por lo que hoy es considerado “bello”. A lo mejor niegues con tu cabeza y me digas que nunca has pasado por ello, pero, ¿sería una mentira decir y perdóname si es así, que cuando sales a la calle y ves a una chica más linda que tú, te sientes instantáneamente menor, o más bien: fea? Ah, he dado en el clavo, ¿no? Lo has pasado, has palpado con tu alma el dolor de ver y la envidia de sentir que no eres suficiente. No eres lo suficientemente bonita, lo suficientemente delicada, lo suficientemente normal…

Simplemente no eres suficiente.

Y aquí es donde vengo y comienzo a preguntarme, ¿por qué somos así? ¿Por qué no podemos aceptar que cada quien tiene algo bello en sí mismo? Si bien tal vez yo no tenga la mejor nariz, me gusta mi sonrisa. Y si tú detestas tus brazos, apuesto a que, al menos, te encantan tus piernas. ¿Cuál es nuestra necesidad de enfocarnos en lo negativo, cuando hay más cosas positivas que esa mancha negro que siempre nos esforzamos en ver? ¿Dónde está el punto en torturarnos con una imagen horrenda, cuando podríamos mirarnos amorosamente en el espejo? No lo entiendo y estoy segura de que muchas de ustedes tampoco, pero he aquí el problema: no lo captamos y sin embargo, no hay forma de detenernos.

Sé que es difícil borrar la forma en que te ves a ti misma de un día para otro. Dicen “mírate en el reflejo y di: soy hermosa”, pero… ¿Lo han intentado? ¿Lo creen? Porque yo no y sé que muchas tampoco. He aquí el dilema: esto no debería ser así. Tendríamos que amarnos tal cual somos, con defectos incluidos y virtudes dando su brillo. Sonreír ante el vistazo de una foto tonta, desprevenida, loca y por sobretodo, caminar por la calle y no fijarnos en las otras chicas que, según nosotros, son más “lindas”.

La seguridad se gana, se alcanza, pero no es regalada. El esfuerzo que toma tocarla aunque sea con las puntas de tus dedos, es gigante. Pero yo creo en ti, sé que puedes lograrlo, porque es un camino lleno de piedras que puedes superar. Lo veo en tus ojos: el deseo de cambiar. Destaca en tu sonrisa: el anhelo de amar. Se desborda en tu rostro: quieres ganar. Y por ello, a partir de hoy, aprenderás a ignorar las miradas de ese reflejo que critica. El desprecio de las manos que tocan tu propio cuerpo. Sí, comenzarás a sonreír con un simple vistazo de tu rostro, adorarás tu físico sin importar qué y te prometo que, en un futuro no muy lejano…

Tú, querido reflejo, cambiarás de parecer.

Siempre tuya,

La chica del otro lado del espejo. 

¡Luces bien!