Mis reglas de escritora♥ ¿Cuáles son las tuyas?

Y mis reglas como escritora son pocas, pero sagradas, pequeña persona normal. Por favor, respétalas y estaremos bien.

1.       Si ves que estoy escribiendo en mi cuaderno de matemáticas o cualquier materia que no me interese demasiado, no me preguntes qué hago. No interrumpas y por sobre todo, no trates de leerlo, porque lo único que conseguirás será que cierre mi escrito en tu cara. ¿Has visto cómo esos chicos que dibujan se ponen rojos cuando enseñan sus dibujos? ¿Y cómo los que tienen un diario se enojan cuando leen lo que han puesto de su día? Bueno, yo me avergonzaré si lees aunque sea una oración, porque estarás viendo mi alma abierta: un alma de escritora que no estoy dispuesta a demostrar. Que solo saldrá a la luz con quien yo quiera y no con quien mete sus narices en donde no lo he llamado.

2.      Si me ves viendo a la ventana, pared o cualquier punto fijo existente en la habitación con la mirada perdida, NO pases tu mano para ver si estoy viva. Primero: si respiro, obviamente lo estoy. Segundo: no sabes la idea que puedes haber sacado de mi cabeza. Simplemente, no… Por favor, te lo pido, no. Mi imaginación trabajaba a toda máquina, creando mundos que tú jamás verías en la profundidad de otro y si haces eso, la arruinarás, la echarás a perder, me harás enfadar.

3.       ¿Ya te fijaste en que muerdo mi labio cuando tengo un lapicero en la mano y no estamos copiando nada? ¿Qué mis ojos se tornan llorosos de un momento a otro, sin razón alguna? ¿Y qué tal cómo sonrío secretamente cuando sucede algo divertido? ¿Y el estrés que me da si se acaba la tinta del bolígrafo? Lo has notado, lo sé, te preguntas miles de veces qué le pasará a esa chica de ojos cafés que en un rayo de inspiración coge su cuaderno y lo mata con trazos fuertes y apasionados. Tal vez lo sepas, tal vez no. La cosa es: si realmente deseas saberlo, siempre ten un lapicero a mano; me harás la mujer más feliz del mundo (hasta puede que me enamores si me sonríes con algo que diga “te entiendo, no preguntaré”. Perdón, me equivoqué: me enamorarías de esa manera)

4.      Si te enseño lo que escribo ya sea romántico, trágico o hasta de umpalumpas, NO TE BURLES. Te lo doy por algo. Tú no sabes lo difícil que es para mí decirte: hey, ¿quisieras leer esto que escribí y decirme lo que piensas…? La confianza que te tengo debe ser inmensa para hacer eso; un escritor no abre su corazón así de fácil. Somos cerrados, nerviosos, apasionados con lo que somos. Deseamos ser lo mejor que podamos llegar a ser; simplemente sé piadoso, entiéndenos. Así como a ti te encanta pensar antes de dormir, a nosotros nos fascina pasarlo a palabras. Es tan sencillo como eso.

5.      Por último, te pediré lo más importante: jamás juzgues mi forma de ver un mundo que he creado. Nunca me digas lo irreal que es. Por nada del mundo me confieses lo que piensas de mi talento cómo para ti no vale la pena escribir en una hoja inservible que no leerá nadie, y mucho menos me digas que deje de pasar las hojas al escribir porque te estresa el sonido de mis manos formando universos paralelos nuevos. Te pido, que simplemente me dejes soñar en grande, porque los que se han atrevido a crear lo raro, a gritarle al mundo sus sueños que parecieran ser imposibles, han sido los que, hasta hoy en día…

Han triunfado más que el que se aferraba a la insípida realidad.