April siempre se
había preguntado cómo se sentiría estar en el lugar de esas caricaturas de
televisión, cuando se les levantaba la piel de la velocidad que tenía o que
habían tomado los mismos personajes…
Su curiosidad había
sido saciada y se sentía como si fuera a vomitar todos sus intestinos, cerebro
incluido. El carro con Caleb al volante era un peligro andante… Normalmente el
chico conducía bien, pero… ¡Rayos y centellas! Si lo ponían bajo presión, conducía
como un caballo. Se saltaba los altos, no daba paso a los peatones, y lo peor
de todo ello… ¡Casi atropella a un perro en el camino! No le dio ni tiempo de
pensar… Tenía miedo de que algún policía los detuviera y les hiciera una multa
de un millón de dólares.
Pero claro, tenían
una excusa viable. Estaban siendo perseguidos por un siniestro alquimista que
tiene parte de su cara rasgada por el gran cuchillo que le había lanzado. A
pesar de todo, no se arrepentía de haberlo hecho, pero estaba llegando a sentirse
culpable, ya que podría ser que está persecución, sí fuese su culpa.
No podían dar marcha
atrás, solo les quedaba escapar y tratar de no morir, estar en paz y mantener
la calma en el carro… Claro, eso era imposible, pensó April, si tenías a 4 hombres
gritándose estupideces y groserías del infierno.
—¡Maldita sea, Caleb!
¡Es a la derecha, no a la izquierda! —gritó Joseph, agarrándose al reposabrazos
como si su vida dependiera de ello.
—¿¡Cuál izquierda!?
¡Está viendo al puto cielo! —le reprendió Raúl, quien no tenía por donde
agarrarse.
—¡Oh Dios, hasta acá
llegó mi hora! ¡Caleb, te juró que si mueres antes que yo, te daré un maldito
beso, aunque sea lo último que haga en mi vida de gay! —Caleb volteó a ver con
repugnancia a Gabe, pero él estaba concentrado en cerrar los ojos y respirar
lentamente.
Antes de que alguien
pudiese decir algo más, dio un levantamiento brusco en la calle, debido a un
hueco en el asfalto. Asaltado, Caleb registró en su retrovisor y observó como
Darwin sonreía macabramente. Sin pensárselo dos veces, se desvió fuera de la
carretera. El pedazo de tierra en el que se había metido, estaba lleno de
piedras, lo que solo asustó más a los demás.
—¡Me lleva la madre
santa que me trajo, Caleb! ¡Me llevará a mí y te llevaré conmigo! ¡Aunque sea
lo último que haga!
—Púdrete, Jeremy…
—¡Espera! —Joseph
observó a su hermano gemelo con curiosidad—, si mamá viene por ti. ¿Por mí
quien viene?
—¿Papá?
—¿En serio? ¿Crees
que papá llegará al cielo, siquiera? —Negó con su cabeza—¿Entonces? Mejor que
venga la abuela por mí…
—La abuela fumaba
droga, idiota.
—Entonces… ¿Qué tal
Tía Dorothy?
—¿No paso 3 años en
Alcatraz hasta su muerte?
—Mierda…
—¡Ustedes dos! ¡Dejen
de discutir quien va a recoger sus culos en la muerte y cállense de una vez! —les
gritó Caleb, furioso. Si no hacían silencio, jamás lograría salir de esta
situación sin salir herido.
April escuchaba cada
insulto, pero la hacían sonreír. No por sus groserías, sino porque desde que
habían entrado en el pedazo de tierra con piedras, sus voces sonaban realmente
graciosas, como si se fuesen a quebrar o algo.
Caleb la analizó,
tratando de ver si no estaba tan alterada como él, pero para su alivio, parecía
todo lo contrario. Iba sonriendo al asiento trasero, meneando su cabeza con
diversión.
Por lo menos alguien
mantenía la calma…
Estaba realmente
estresado, no sabía cuántas horas habían pasado desde que la persecución había
empezado. ¿No se suponía que una persecución era rápida y sangrienta? O tal vez
había leído mucho de ese libro que April le había prestado.
Pronto recordó, que
el hotel en el que tenían estadía tenía una ruta específica. Desesperado,
comenzó a buscarlo, pero con todos gritándole y él tratando de conducir le fue
imposible. Lo bueno era que ya habían logrado perder el rastro de Darwin,
debido a que ya no se veían ni por el retrovisor… Claro, no podía confiarse.
April lo observó
curiosa y le tocó en el hombro.
—¿Qué necesitas? —Él
le vio agradecido.
—Necesito que busques
el mapa que nos dieron y me digas cuál es la ruta que hay que tomar para llegar
al hotel en el que tenemos que hospedarnos.
Obediente, April
empezó a buscar el objeto perdido. Rebuscó entre su bolso, debido a que estaba
segura de que lo había metido allí, pero con tanta cosa le tomaría una
eternidad. Rápidamente vacío su bolso, encontrando el mapa sin problemas.
—¡Aquí está! —Caleb
le sonrío agradecido.
—Dime, ¿Dónde se
supone que debemos estar en este momento?
—Te diré en donde
deberíamos estar —interrumpió Joseph—, deberíamos estar en el infierno después
de todas esos *MacGyver que hiciste, maldito.
—¡Intenta conducir el
auto en media persecución, idiota! Si sigues pensando lo mismo, hablamos.
—¡Dejen de insultarse
de una buena vez! Y ¡No usen tantas groserías a la hora de hablar! Parecen
niños pequeños que acaban de aprender qué significan. —Los vio a ambos con el
ceño fruncido. Tanto insulto la tenía aturdida. ¿Cuántas palabras se habían
dicho en los últimos 5 minutos? ¿Cómo 80 o algo así?
—Perdón, April… —le
dijeron los dos, apenados. Ella les mando su mirada más aterradora.
—¡Oh vamos, Ap! ¡No
te enojes conmigo! Soy realmente encantador, el más lindo de los gemelos, es
imposible enfadarse conmigo. —Aunque ella seguía con una mirada irreprochable,
Joseph se acercó desde atrás y le planto un beso en la mejilla.
—¿Sí? —dijo ese sí
tan lenta y alargadamente que sonaba adorable. Vaya suerte la suya. Le sonrío y
asintió. Feliz con su respuesta, Joseph
volvió a su asiento, como un niño pequeño con su dulce gigante.
De pronto, ella oyó
un pequeño suspiro. Volteó a ver a Caleb y podría jurar, que quería pegarle a
alguien.
—¿Y bien? —le dijo,
bruscamente.
—Am… —analizó los
trazos del mapa y apuntó con su dedo—, se supone que deberíamos estar al otro
lado de la carretera, por ende, nos hemos desviado un poco… Pero, creo que si
te metes en la calle número 50, que está cerca de aquí, podemos salir bien.
Él asintió y siguió
manejando. El asfalto seguía lleno de piedra, pero no podían hacer nada ante
eso, con tal de perder al enemigo, estarían bien.
El silencio se hizo
tenso en el carro, cuando antes no dejaban de insultarse ahora parecían
temerosos y tímidos. Como si ellos fueran tímidos… ¡Ja! Sí, claro.
April se sintió
incómoda, podía sentir como Caleb se enfurecía cada vez más, como su cuerpo se
iba haciendo más rígido, como sentía la presión en sus hombros. Pronto sus ojos
se oscurecieron, con pensamientos enfadados y testarudos. Ella suspiró en su
mente. Todo estaba empezando como un desastre total, cuando debería ser algo
que los llevaría al descubrimiento de una maravilla.
¿Acaso podía ser
peor? De pronto, se arrepintió de haber dicho esa frase. Siempre que alguien
decía una cosa así en las películas, pasaba algo mucho más terrible. Esperando
por alguna tragedia, cerró los ojos apretadamente. Después de 2 minutos, los
abrió. Registró el carro, pero todo parecía normal. Raúl iba viendo hacia la
ventana, Joseph y Jeremy se iban haciendo manitas —o puñetazos—, y Gabe miraba
a Caleb como si quisiera comérselo.
Se estremeció, ese
chico le daba un poco de miedo…
Cuando volteó a verlo
a él, a su chico, se sorprendió por su expresión concentrada y presionada. El
pobre debía de sentir todo el peso encima. Suspiró. No podía hacer nada más que
esperar.
Justo cuando pensaba
que ya estaban seguros, el carro fue bajando la velocidad… Primero un poco,
luego más, y más… Llegó al punto de que dejó de funcionar.
—¿Pero qué…? —Caleb
se bajó rápidamente del carro y seguidamente, le pegó un puñetazo.
Entró de nuevo al
volante.
—Se nos estallaron
las dos llantas traseras…
Todos jadearon con
sorpresa… Claro, era demasiada suerte haber sido baleados y no tener ningún
daño. Si hubiese sido una sola llanta, no hubiese sido tan malo, podrían
reemplazarla, pero con dos…
Estaban jodidos.
—Y ahora… ¿Qué
hacemos? —preguntó Gabe, asustado.
—Tendremos que
caminar… —le dijo April.
—¿¡Caminar!?
¿¡Enserio!? Estás loca, chica… Nos quedan como 2 horas de viaje para el primer
hotel y en carro duramos 3 días… ¡3 días para llegar a Virginia! ¿Cómo quieres
que caminemos en medio de la nada, sin saber dónde ir?
—Gabe, no exageres…
No estamos en medio de la nada, estoy segura de que la carretera está cerca de
aquí, solo tenemos que caminar un poco y buscar ayuda. Tal vez alguien tenga
otra llanta y podamos arreglárnoslas.
—No quiero caminar…
No traje zapatos para eso. —Prácticamente, le hizo un puchero. Ella le hizo uno
igual.
—No seas tan
delicado, Gabe.
—No seas tan
delicado, Gabe—le repitió él, en tono de reproche. Justo cuando le iba a
contestar, Raúl intervino.
—Ya, cálmense. Gabe,
caminarás, te guste o no. Ap, deja de pelearle a este chico, que lo hace solo
para enfadarte.
—Pero…
—Nada de peros.
Ahora, saquemos ropa y tal vez comida pues no sabemos cuánto duraremos, ¿Vale?
Todos asintieron,
sintiéndose calmados de saber que tenían a Raúl. Ese chico tenía una tolerancia
infinita.
Caleb se bajó del
carro y con suma cortesía, se apresuró para abrirle la puerta a April. Ella le
sonrío y tomó su mano, la cual apretó, pero dejó ir rápidamente para ir a sacar
las cosas del maletero.
Suspirando, se
dirigió con ellos y saco unos jeans y una blusa suelta para llevar, más unas
frituras que había traído. Y claro, no podía faltarle, 2 botellas de agua.
Nunca se sabe si puedes llegar a deshidratarte.
—Entonces, ¿Listos?
—dijo Jeremy, haciendo poses de enérgico.
—Esperen… ¿Vamos a
dejar el carro aquí?
—¿Qué quieres hacer?
¿Llevarlo cargando en mis hombros? Porque claro, ahora soy Hulk.
—le dijo Gabe,
enfadado.
—Gabe… Dime algo,
¿Andas con la regla o algo por el estilo? —Joseph le pegó un puñetazo en el hombro,
él le hizo una mueca.
—Ojalá…
—¡Hey! Por si no
recuerdan, hay una mujer aquí y ese comentario fue un poco machista… —les
recordó April, ofendida. Todos se voltearon a mirarla, con cara avergonzada.
—Perdona, April…
—Justo cuando dijeron todo al unísono, llegó Caleb, quien los vio aturdido.
—¿Ahora qué hicieron?
—preguntó, acercándose a ella.
—Nada que no pueda
controlar, guapo. Vamos —Obedeciendo, todos empezaron a caminar por un rumbo
desconocido. Lo peor de todo, hacía un calor infernal y si acaso, tenían
suficiente agua para sobrevivir.
Debían de ser como
las 3:00 de la tarde, pues habían conducido ya 2 horas… Solo esperaban poder
recordar el rumbo por el que se habían venido. No podían perder ese carro, la
Academia los asesinaría.
El camino estaba lleno
de pedazos de vidrio, por alguna extraña razón, además de tener muchísimas
rocas y piedras, de las cuales algunas estaban llenas de polvo y demás cosas.
El pequeño lugar
parecía más un desierto que otra cosa. Solo unos minutos caminando, y ya se
estaban muriendo del calor.
—¿Crees que tengamos
que caminar demasiado? —le preguntó ella, preocupada. Él la observo y sonrío
confiadamente.
—Si lo tenemos que
hacer, lo haremos y si no, pues… Mejor para nosotros. No te preocupes, los
alquimistas tenemos buena resistencia. —April asintió levemente y agachó la
cabeza, viendo a sus pies para entretenerse con algo. Caleb alcanzó su mano y
alzó su barbilla.
—Camina viendo hacia
el frente, nunca sabes lo que puedes encontrar. —Apretó su mano suavemente y le
beso la mejilla. Ella sonrío y se acurrucó a su lado, no dejando nada de
espacio entre ellos. Él la hacía feliz, de eso no quedaba duda.
—¡Ay tortolos
enamorados! ¡Tan acaramelados, que parecen dos pequeños helados! —cantó Jeremy
desde atrás.
—¡Hey, eso rimó, hermano!
—le felicitó Joseph, contentó.
—¿Oh, en serio? Oh…
¡Sí, es verdad! —Se rió frugalmente—, por fin me ha salido una buena rima…
¡Hace meses que no hacía una!
—¿Hace meses?
—intervino Raúl, curioso.
—Sí, es que desde
pequeño he podido hacer rimas pequeñas o grandes. Soy como un Neruda del nuevo
siglo, pero más joven. ¿A qué sí, Joseph?
—¡Sí, es cierto!
Cuando éramos unos enanos, le compuso un poema a mamá y la hizo llorar… —Se
quedó pensativo unos segundos y luego frunció el ceño.—Ahora que lo pienso, por
tu culpa, mi corazón de papel maché quedó como una mierda al lado de tu poema.
Se encogió de
hombros.
—No es mi culpa que
no hayas podido obtener el don de mi poetizo interior.
—¿Poetizo? ¿Si quiera
existe esa palabra? —le preguntó Raúl.
—¡Claro que sí! Es el
masculino de poetiza.
—No es verdad
—intervino April, viendo hacia atrás.—, el masculino de poetiza es poeta.
Aunque poetizo sería algo parecido a poetizar, solo que poetizo no existe en
ningún contexto. Poetizar, en cambio, es embellecer una cosa con carácter
poético.
Todos la observaron
con la boca abierta. Los gemelos alzaron las dos cejas, en signo de sorpresa,
Gabe analizaba la situación serio y Raúl sonrío con respeto. Caleb, solo tenía
una mirada de orgullo en su rostro, más una que decía algo como “En sus caras”
—Amigo—susurró Raúl—,
te acaban de decir imbécil de una forma educada.
—Vaya que sí,
deberías sentirte avergonzado.
—¿Avergonzado? —los
vio con cara confundida. Luego volteó a verla— Más bien enamorado. Ap, cásate conmigo.
Todos rieron, excepto
Caleb. Esos chicos lo iban a volver rojo de los celos. Justo cuando iba a
gritarle una grosería, April intervino.
—Lo siento, muchacho.
Este corazón ya tiene dueño —dijo mientras palmeaba el pecho de Caleb, justo en
ese pequeño espacio. Sonrío y le dio un beso en los labios, corto, pero tierno
y cariñoso. Él sonrío como si le hubiesen dado la luna y la abrazó, sintiéndose
triunfante.
—Me acaban de
rechazar de una forma épica, hombre. —dijo, entre risas. Gabe, quién había estado
observando todo, siguió caminando. Su forma de caminar, había cambiado. Ya no
se veía afeminado, más bien cabizbajo. Su rostro, reflejaba nada más que
seriedad. Una máscara para sus emociones. Nadie pareció percatarse, mas Joseph si
lo hizo. Frunció el ceño, tratando de ver qué pasaba, pero no pudo hacer nada,
no era tiempo para ello.
Todos siguieron el
camino, algunas veces tomando agua para no deshidratarse, y en otras,
sentándose en una piedra para poder descansar de vez en cuando o tan solo no
cansarse demasiado. Caleb se volteaba para revisar que todos estaban bien, pero
así lo parecían.
En algún momento del
gran viaje, se quedaron sin agua y sin mucho con lo que cubrirse contra el sol,
el cual, aunque estaba bajando, seguía realmente fuerte.
—Me va a dar cáncer
de piel… —jadeó Gabe, enojado.
—Sí, claro. No eres
el único… —le reprendió Jeremy.
—Si no gastan saliva,
no se deshidratarán… —les advirtió Caleb.
Todos siguieron
callados en el camino.
Ya pasadas dos horas,
el calor había disminuido, pero afectado lo suficiente sus cabezas. Estaban
agotados, con sus cerebros calientes y sin encontrar ningún rumbo. En algún
punto del lugar, llegaron finalmente a la carretera, pero no había mucho
movimiento. Justo cuando necesitaban que pasaran carros, no lo hacían.
Lo único bueno, es
que había un gran bosque en los alrededores, por lo que les traía un poco más
de frescura, pero a pesar de todo, seguían con un poco de malhumor.
Aunque se habían
quedado callados por un rato, habían comenzado de nuevo a hablar y hablar.
Jeremy y Joseph discutían de bandas como “Radiohead” o “The Beatles”, mientras
que April le hablaba a Raúl de vez en cuando, bromeando de alguna tontería.
Gabe, se metía de vez en cuando, pero no con muchas ganas y con toda esta
combinación Caleb estaba a punto de explotar.
¿Por qué April
tonteaba con Raúl? Tal vez era el calor o todo lo demás, pero estaba harto,
malhumorado y cansado de todo ese juego. No sabía cuántas veces le había
coqueteado su mejor amigo a April y para rematar, Gabe no le quitaba los ojos
de encima. Se sentía incómodo y, simplemente furioso.
Una gota más y
estaría a punto de rebasar el vaso. Lo peor de todo era, que en algún momento,
su mente empezó a jugarle bromas. Le decía, prácticamente acusaba, a April de
estar perdidos en medio de la nada. Porque… ¿Acaso los hubiesen seguido si ella
no hubiese tirado ese cuchillo? ¿Tal vez ahora estarían en la comodidad del
carro, con aire acondicionado y llegando a un hotel cómodo y estable?
Sí, todo le hacía
pensar que así era… Tenía que contenerse, no la iba a cagar en este momento…
—Estoy cansado…
¡Tendremos que dormir en el bosque! —dijo Raúl, entusiasmado. Su vida de Scout
le había ayudado a vivir acorde con la naturaleza.
—¿¡En el bosque!? Ni
drogado… —le respondió Gabe.
—¡Oh vamos, no es
nada! Es muy fácil, podemos usar nuestra ropa como cobijo o algo así. Mañana
por la mañana conseguiremos a alguien que nos ayude, además, ya va a anochecer
y en la madrugada, habrá más movimiento de carros. Todo es cuestión de armar
una fogata, ¿qué dicen?
Todos se miraron
entre sí, a Caleb ya no le importaba si dormían o no, solo le importaba llegar
a su casa, con su hermano y su abuela, cuidarlos para que se encontrarán bien…
Asintieron,
decidiéndose en un acuerdo mutuo.
—¡Perfecto, síganme!
—gritó, extasiado. La multitud siguió a Raúl, mientras se adentraba en el
bosque. En algún punto del recorrido, April se perdió de Caleb, debido a que se
quedó hablando con Raúl, lo que solo lo hizo arder todavía más en celos.
Durante unos minutos,
todo era pura piedra y césped, junto grandes árboles y matorrales, hasta que al
fin, Raúl se detuvo en un gran lugar que estaba apartado casi de todos los
árboles y demás. Perfecto para una fogata.
—¡Acá estaremos bien!
Ahora, solo hay que separarnos. —Revisó a todos con cautela. Luego, sonrío
malicioso—, Gabe y Joseph, ustedes se quedarán aquí revisando el lugar. Jeremy,
ve a buscar leña. Caleb, April ustedes vayan y busquen algún tipo de comida. Yo
iré a buscar algún lago, tal vez encuentre agua o algo así. ¡Oh y dejen señales
en el camino para poder volver!
Sin esperar respuesta
alguna, Raúl se fue por un lado del bosque, adentrándose todavía más en él. El
extraño grupo de alquimistas observaron el terreno y luego a cada uno,
encogiéndose de hombros hicieron lo mismo.
Caleb tomó de la mano
a April, pero él estaba tenso y mucho, por lo que ella pudo notarlo.
Sintió
como su enojo, se centraba en ella.
Cuando estuvieron lo
suficientemente lejos de todos los demás, Caleb empezó a crear una marca en
algún tronco.
—¿Qué haces? —le
preguntó ella, mientras que él hacía una.
—Dejando señas…
—respondió, fríamente.
De pronto, April se
sintió aprisionada. ¿Estaba enojado? ¿Por qué razón? ¿Qué había hecho mal?
—Lindo, ¿Qué te pasa?
—Inmediatamente, se puso rígido.
—Nada…
—¡No me digas que
nada!
—No es nada, enserio…
—Te pasa algo, dime.
¿Estás tenso?
—No, Ap…
—¿O estresado?
—Ap, no. Ya enserio,
para.
—Si quieres puedo
darte un masaje…
—¡No quiero un
maldito masaje! —Ella le vio sorprendida por su respuesta—, ¿¡Sabes lo que
quiero!?
April asintió con su
cabeza.
—¡Quiero y desearía
que no hubieses tirado ese cuchillo! ¡Quiero que dejes de tontear con Raúl
cuando estoy malditamente cerca! ¡Quiero, que te controles un poco con ese
chico! ¡Eso es lo que quiero y eso es lo que me pasa, April!
Sus palabras cayeron
sobre ella como mil flechas. Entendía que estuviera celoso, vale, ella se había
sentido culpable al hablarle más a Joseph que a él, pero le caía realmente bien
el chico. Mas el cuchillo…
—¿¡Me estás
culpando!? —le preguntó, con un pequeño hilo de voz.
—No, bueno, sí… Yo…
—La vio exasperado—, si no hubieses tirado esa cosa, tal vez no nos estarían
persiguiendo, ¿Sabes? Y, por eso ahora lo hacen.
Sus ojos empezaron a
lagrimear.
—¡No es mi culpa! Lo
hice por nuestro bien…
—¿Por nuestro bien o
por la tentación de usar el arma? —Eso era lo último, lo que más le había
llegado. Con una respiración, puso sus manos firmes sobre sus caderas.
—¿Te digo algo?
¡Púdrete! Si vas a estar llenándote de celos y echándome la culpa de algo que
no intenté hacer, vete al infierno. Sí, estoy usando malas palabras, ¿Y qué?
¡Me has hartado! Y para tu información, gran genio, nos hubieran perseguido SIN
o CON cuchillo, porque Darwin ya nos había visto.
Con un giro y un
pequeño movimiento de su cabello, April se perdió en el bosque, dejando a Caleb
solo y devastado.
¿Qué acababa de
hacer?
Y April se preguntaba
al mismo tiempo, ¿Qué acababa de decir? No le importaba, estaba furiosa.
¿Cómo se atrevía a
desconfiar de ella? ¿De tratarla como la culpable de todo? Vale, se había
sentido así, pero jamás pensó que la culparía de eso…
¿Cómo se atrevía? Y justo
cuando pensaba que era diferente de los otros hombres. Desgraciado, todos son
iguales… Y si todos eran iguales, ¿Por qué no dejaba de llorar? Las lágrimas
caían con fuerza bajo sus mejillas. Se sentía agotada, mojada, asquerosa.
Triste y enfadada.
Qué buena
combinación, si lo juntas con el bosque, haces el mejor día del mundo…
Ni pensar que hace
unas horas se estaban besuqueando en la cocina de su apartamento…
Meneando su cabeza
con fuerza, alejó ese pensamiento. Estaba molesta y resentida, no era la hora
para ponerse a pensar en ello.
Sus pasos eran
zancadas, casi dejando grandes huellas en la tierra, no sabía donde se dirigía
pero ya había anochecido y se dio cuenta de que… No había dejado marcas.
¿Cómo rayos iba a
volver?
Presa del pánico,
empezó a correr y a correr…
Hasta que oyó un
suave ruido, como un riachuelo o algo por el estilo. Sigilosamente, se fue
acercando, hasta que vio un hermoso lago a la luz de la luna, parecía de
película, el lago totalmente negro con una luna al fondo, llena y grande. Ella
suspiró entre lágrimas, se podría hacer una escena romántica allí.
Aún agitada, se fue
acercando a la orilla. Podría pensar tranquila allí, tal vez solo un poco… Justo cuando se iba a sentar, se sorprendió de ver que no estaba sola, sino que
Raúl la acompañaba a unos cuantos centímetros de donde ella se encontraba. Él
estaba viendo hacia el agua, pareciera que algo así como pescando y a la vez,
cantando.
Como si hubiese
sentido su mirada, él la vio, sorprendiéndose
un poco, sin embargo le hizo señas para que se acercara. Aunque vaciló,
ella lo hizo, solo para probarse un punto. Hablar con los mejores amigos de tu
novio no es ningún problema.
Finalmente, llegó
hacia él y se sentó suavemente, tratando de cubrir su cara para que no viera
las lágrimas que caían sobre ella… Lamentablemente, él si las localizo.
Con una pequeña
sonrisa, la observó unos segundos. Luego, frunció el ceño.
—¿Qué hizo ese
imbécil? —preguntó, sonando fastidiado, pero más que todo compasivo. Ella le
agradeció eso.
—Me dijo que estar
aquí es mi culpa, que tú y yo estamos coqueteando y para peores, frente a sus
narices. Además, dijo que había tirado el cuchillo por tentación a tomar un
arma… Es tan tonto, pero en cierta parte, no le culpo por decir eso… Yo me
había sentido así todo el viaje, solo que… No esperaba que él me lo dijera.
Raúl dio una risa
entrecortada mientras volteaba sus ojos.
—¿Y tú crees que
ahora está enfadado? O, ¿Qué lo hizo a propósito? —April asintió levemente.
—Creo que… Lo pensó
desde un principio, pero tan solo no quería decirme… Él es igual que todos.
Míranos, solo llevamos 2 días de ser novios y ya andamos peleando de celos y
demás —Se llevó una mano a la cara—, es tan frustrante.
Raúl vio al lago unos
segundos, más que segundos minutos y April pensó que ya no le respondería…
—Sabes… —dijo, para
su sorpresa—, Caleb es un testarudo, un necio, un egocéntrico cuando quiere y
un estúpido, pero eso es lo que lo hace Caleb.
Ella le miró
aturdida.
—No te sigo…
—Es que, estas
enfadada en este momento con él, piensas que lo ha hecho todo para herirte y
hacerte sentir mal, no entiendes cómo es posible que tengan este tipo de
discusiones en menos de dos días, será que no te ama tanto como tú a él, pero
estás tan equivocada.
—¿Cómo sabes todo lo
que yo estoy sintiendo? —le preguntó, exaltada. Cada palabra que él había dicho
era cierta, pero era imposible que leyera sus pensamientos. ¿Comprendía tan
bien a las mujeres?
—Oh, no te preocupes.
Es cosa de alquimistas. Tú también debes sentir las vibraciones, ¿No?
—¿Eh? —le preguntó
April, confundida. ¿De qué rayos hablaba?
—Ya sabes, las
vibraciones… —Al observar su rostro confundido, se dio cuenta de que no sabía
muchas cosas—, veras, voy a darte un ejemplo. Cuando estábamos en el carro y
Caleb se encontraba conduciendo, ¿No sentiste la presión y el enfado que él
tenía?
Asintió sin siquiera
dudarlo. Vaya que lo había hecho.
—Bueno, eso es cosa
de nosotros, los alquimistas. Nuestras emociones nos ganan en muchos sentidos,
tanto así, que hacemos que las personas de nuestra misma especie, sientan lo
mismo que nosotros, mas nosotros comprendemos que no somos quienes estamos
sintiéndonos así, sino la persona en concreto. Ahora, tú desprendes vibraciones
tristes y traicioneras, no hacía mucha falta para darme cuenta…
—Eso quiere decir…
¿Qué siempre lo sientes?
Él negó con la
cabeza.
—No, solo cuando tus
emociones se desbordan demasiado, estaba seguro de que Caleb explotaría en
cualquier momento… Y tú, fuiste la que estaba más cerca para eso.
—Pero, él estaba
enojado conmigo, estoy segura… No fui su almohada de frustración, más bien,
estaba frustrado conmigo.
Raúl la analizo
algunos segundos y le frunció el ceño.
—No seas ilusa,
April. Sabes que no es así, él no es así… Ese chico está jodidamente enamorado
de ti y en menos de una semana…. Mira, Ap, Caleb se puede enojar de mil maneras
en un día, pero siempre, siempre, pedirá disculpas. Nunca dura mucho enojado,
menos contigo.
—¿Menos conmigo? —Él
asintió—, eso no lo sabes…
Raúl suspiró cansado.
—Sí,
lo sé. Mira, él en la vida se había sentido como se siente por ti. Nunca, te lo
advierto y estoy seguro de que tú tampoco. ¿No entiendes que son almas
alquimistas? Ustedes están destinados a ser. Mira, ¿Cuánto apostamos a que
volvemos al campamento y te pide disculpas?
—Pero…
—No,
nada de peros, Ap. Dime una cosa, ¿No puedes permanecer mucho tiempo enfadada
con él, verdad?
Ella
le vio asustada, pero asintió.
—Cuando
le pegaste una cachetada —por cierto, bien merecida—, a los minutos, te
encontrabas arrepentida y ya le estabas haciendo manitas. Solo con 2 días de
conocerse, ¿Crees que eso es siquiera normal? No es que seas una chica fácil,
es que no es tu culpa.
—¿Có-cómo
sabes eso? —le preguntó, más confundida que nunca. Raúl sabía demasiado.
—¿Crees
que llamarme “mejor amigo” es solo un título? ¡Hombre, ustedes las mujeres se
cuentan todo! ¿Por qué nosotros no? Él me lo contó, yo sé de lo que hablo.
—Es que, cuando dices
todo eso suena tan fácil…
—Mira, cuando
lleguemos él te pedirá disculpas, tenlo por seguro. Ya quiero ver la cara de
miseria que tendrá, lo traes loco y él a ti también. ¿Para qué enojarse el uno
al otro? No durará mucho esa pelea, solo digo. Y si lo hace, pues… Nosotros te
ayudaremos.
—¿Quiénes? Joseph,
Jeremy y Gabe? —él asintió—, ustedes me han tomado gran respeto, ¿no?
—Pues claro, eres un
encanto. Pero, eso tampoco es una coincidencia, Ap. Lo que pasa es que tuvimos
conexión inmediata contigo, nada de qué preocuparse. Es algo que se da cuando
eres la elegida.
Aunque ella quería
preguntarle a qué se refería, se contuvo.
—Raúl...
—¿Sí?
—Eres genial.
—Lo sé, nena, siempre
lo he sido… —dicho esto, le guiño un ojo.
Ella le sonrío con
tranquilidad, la había hecho sentir mucho mejor consigo misma. Tomando la
iniciativa, le dio un beso en la mejilla y lo abrazo.
Justo en ese momento,
Raúl estaba cazando su primer pez. Sentía que era grande, lo sabía, iba a
conseguirlo… Y justo viene y le da un beso, haciendo que se desconcentrara y lo
perdiera… Se volteó, enfadado y sonrojado.
—¡April!
—¿Qué?
—¿¡Acaso no sabes qué
no debes darle un beso a alguien mientras está pescando!? Ya perdí nuestra
cena…
Ella se río y se
apoyo en sus propios brazos.
—¿Puedo quedarme un
rato? No quiero volver aún…
—Cómo tú desees,
linda.
Un poco más feliz,
April se quedó allí, observando tan solo como Raúl cazaba y silbaba. Sintió un
gran deseo de tener a Caleb con ella en ese momento, pero se contuvo. Hablaría
con él cuando llegara…
Sí, eso haría, pero ahora, descansaría un poco más
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