—2 horas… ¿Podrías
explicarme cómo es posible que esos tres aún estén sin aparecer, después de 2
horas? —le preguntó Gabe a Joseph. Ambos se sentían realmente enfadados y
preocupados por los demás. Hacía ya bastante tiempo que Caleb y los otros
habían desaparecido y sólo Jeremy se había dignado a venir y traer un poco de
leña y, con eso, hicieron una gran fogata, pero claro, ¿de qué les servía el
fuego si no tenían qué comer? Además, él había decidido ir a por más… Idiota.
—Apuesto a que C y Ap
se fueron a revolcar por allí y Raúl se ahogó solo en el río… O bueno, espero
que se haya ahogado —le dio una sonrisa maliciosa—, tal vez resbaló por la
orilla y ahora está cayendo en un abismo…
Gabe puso una cara de
terror y Joseph se rió, era tan ingenuo… Aunque en las últimas horas había
estado más extraño de lo normal, parecía como si fuese heterosexual y no un gay
como siempre. No había utilizado la palabra “divino” o “guapo” y ni siquiera
estaba usando una voz afeminada, más bien, casi le da un paro cardíaco cuando
oyó salir de él una voz fuerte y varonil. Se había acostumbrado demasiado a su
voz fingida.
Joseph se sentó en el
tronco que tenían como silla al lado de Gabe y lo miró.
—¿Por qué lo haces?
—le preguntó, ceñudo.
—¿Hacer qué?
—Esto —le dijo
señalándolo de pies a cabeza—, actuar como si fueras gay. Ambos sabemos que no
lo eres…
—Claro que lo soy.
—No me mientas, Gabe.
Todos lo sabemos, las leyes de la alquimia lo hacen imposible. Sabes que las
almas alquimistas son un hombre y una mujer, no un hombre con otro hombre. No
está en nuestros genes ser gays.
—Pues yo soy la
diferencia. Mi alma alquimista es Caleb, yo lo sé.
—Gabe… —le dio una
mirada preocupada—, sabes que el alma alquimista de Caleb es April. Es algo
obvio, sé que lo pudiste captar desde que la conocimos, su aura es como la de
él. Tú lo que tienes es admiración por Caleb, lo sabes.
—Tú no sabes nada,
Joseph.
—Entonces, ¿Por qué
finges tener una voz afeminada? Y, ¿por qué finges que te contoneas al caminar?
¿Por qué rayos finges que no pelas los ojos cada vez que ves los pechos de una
mujer? —lo señalo con un dedo—, y ni te atrevas a contradecirme, que te he
visto.
Gabe le dio una risa
seca y sonrío.
—Curiosidad de
homosexuales, no es mucho… Todos los gays somos así, créeme, si veo esos
pechos, es porque deseo tener unos…
—No te mientas a ti
mismo, Gabe. Si todos los gays del mundo fuesen así, sería algo terrorífico. Tú
te basas en los estereotipos de algunos hombres que se comportan de esa forma,
pero hay muchísimos más que son perfectamente masculinos y son del otro equipo.
Y lo de los pechos… No te pases, hombre. Que hasta me dio un escalofrío.
—No me miento, sé de
lo que hablo…
—Amigo, eres
realmente testarudo. No eres gay, acéptalo, hasta Caleb lo sabe…—se quedó
mirando al vacío unos segundos y luego, lo miró de nuevo—. Bueno, Caleb es tan
despistado que tal vez ni se haya enterado aún, pero es cuestión de analizarlo,
Gabe.
—Yo… —lo miró con
ojos intangibles y después de unos segundos, dejó caer sus hombros—, está bien.
Ya lo sabes, qué más da.
—Eso es… Y, dime ¿Por
qué dices que eres así?
—Un trauma infantil,
no es mucho.
—¿Trauma? —Gabe
asintió—Cuéntamelo.
Él suspiró y puso sus
codos en sus piernas.
—Como ya sabes, soy
huérfano y debido a ello, crecí en las habitaciones de la Academia, rodeado de
bellas mujeres y algunas niñas de por allí, que tenían mi misma desdicha. Desde
pequeño, sabía todo sobre ellas, cómo tratarlas, qué necesitaban, qué no debía
decirles. Absolutamente todo. Y lo bueno, es que las chicas me trataban muy
bien, siempre lo hacía… Supongo que les daba lástima que fuese el único hombre
en el lugar.
—Entiendo…
—No, no lo haces. Ese
no fue el problema.
Joseph parpadeó,
confuso.
—¿Entonces…?
—Una de las rectoras
del lugar, llamada Andrea siempre me miraba con ojos inquisidores, me observaba
de manera extraña y malvada —Se encogió de hombros—, mas nunca pensé que me
fuese a hacer algún mal.
—Pero lo hizo…
—Exacto… Una noche,
cuando tenía 7 u 8 años, me levanté para ir al baño, con cuidado y esperando no
despertar a nadie. En mi camino, encontré a la señorita Andrea, con su gran
cuerpo robusto, caminando por los pasillos. Al verla, no sospeché mucho, supuse
que estaba dando su vuelta por las noches… Sin embargo, estaba realmente
equivocado.
“Recuerdo haber
llegado a la puerta del baño, cuando sentí que alguien me jalaba del brazo. Sus
manos eran frías, como las de una militar. Me llevó a un rincón oscuro, su
cuarto supuse y, me… Empezó a tocar, si se puede decir. Me quitó la ropa y,
hacía todo lo que quería conmigo. Lloraba, grité hasta más no poder, pero ella
me lastimaba y me decía “Cállate, huerfanito”. Me sumía en el dolor, las
sensaciones que pasaban por mi cuerpo, todo eso, fue algo que me dejó mal por
el resto de mis días…
—Gabe…
—¿Sabes qué fue lo
peor? —Él negó con su cabeza—. Lo hizo días, meses, años y yo no tenía el valor
para decir nada. Mi corazón se encogía del daño que podría hacerme, y me fui
convirtiendo en alguien tímido y reservado, cuando antes era explosivo y
conquistador. Cuando tenía 11 años, por alguna extraña y milagrosa razón, la
despidieron, acabando con mi martirio… Mas, me prometí nunca confiar en una
mujer, jamás… Y heme aquí.
El rostro de Joseph
se había tornado en algo como culpa y dolor, su cuerpo se encogía de la
desdicha que le causaba haber oído a Gabe hablar de esa manera. Nunca habría
pensado que tenía un trauma de ese tamaño.
—Gabe, hermano… Jamás
pensé que…
Lo detuvo con una
mano.
—No te conté para que
me compadezcas, sino para que entiendas. Tal vez no sea gay, pero tengo esta
pequeña esperanza de que si actúo como tal, logré serlo.
—Gabe…
—¿Jum?
Sin pensárselo dos
veces, Joseph lo abrazó, tirándosele encima.
—Siento lo que te ha
pasado, pero… Te admiro.
Gabe se rió y le dio
unas pequeñas palmadas.
—Ya, vale, está bien.
Pero dame espacio… —Separándose de él, le dio una sonrisa—, una cosa más. Por
favor, no le digas de esto a nadie, déjame seguir actuando así… Por lo menos,
hasta encontrar a mi elegida.
Joseph asintió.
Segundos después, escucharon unos pasos en el césped, seguidos por dos figuras
en la oscuridad. April y Raúl, quienes traían 8 pescados realmente grandes.
—¿No ha llegado
Caleb? —preguntó April, cuando los visualizó. Todos negaron con la cabeza y en
su rostro se vio angustia.
—Pensé que estaba
contigo, preciosa —le dijo Joseph, alzando una ceja inquisitivamente al ver a
Raúl a su lado—, aunque al parecer, conseguiste otro tipo de compañía.
Inmediatamente, sus
mejillas se tornaron de un rojo carmín.
—¿Qué estás
insinuando?
—¿Yo? Nada…
—Mira Joseph, no te
metas en esto…
—Ap, tranquilízate
—le dijo Raúl, colocando una mano en su hombro—, está siendo protector, eso es
todo. Recuerda que Caleb es como nuestro hermano.
Ella asintió y se
relajó.
—Perdona, Joseph.
—No pasa nada, Ap.
Mientras Raúl dejaba
la comida al lado de la fogata y se ponía a asarlos, el corazón de April empezó
a dar múltiples saltos mortales al no ver a Caleb allí. ¿Se habría perdido? ¿No
habría encontrado el camino? ¿Por qué rayos lo había dejado solo?
Estaba al borde de
las lágrimas, ¿y si lo había atacado un oso? ¿Y si se lo había comido? ¿¡Si
quiera habían osos en ese lugar!?
Comenzó a caminar de
un lado a otro, agarrándose las manos, soltándolas a ratos, sintiéndose peor
que nunca.
—Mmm… ¿Discutieron,
no es verdad, divina? —le preguntó Gabe, con su voz afeminada nuevamente.
—Sí…
—Genial. —le replicó,
con cara de desprecio. Ella le vio dolida.
Vaya apoyo.
Pasaron muchos
minutos más, hasta que se oyeron unos cuantos pasos en la tierra, continuamente
apareció Caleb, quien tenía cara arraigada y cansada. Traía unas pocas bayas y
veía de un lado a otro frenéticamente, buscando algo que al parecer no podía
visualizar, hasta que la vio allí, caminando de una esquina a otra.
—Hablando del rey de
roma, mira el que se asoma… —dijo Gabe, con un asentimiento de cabeza. Inmediatamente,
April volteó su mirada hacia el obscuro bosque y al observarlo, se abalanzó
contra él.
Y le pegó fuertemente
en el brazo. Él la vio totalmente desconcertado.
—¡Idiota! —Caleb se
agarró el hombro con dolor— ¿Sabes cuánto tiempo hemos pasado buscándote Raúl y
yo? ¡1 hora completa! ¿Dónde estabas?
—¿Qué dónde estaba?
¡Buscándote! ¿Dónde más iba a estar, recogiendo florecitas por allí?
De un momento a otro,
su cara era de culpabilidad.
—Perdona, no tenía
que irme así, yo… —alzó su cabeza para verlo a los ojos y recordó su enojo anterior—
¡Espera! ¡Yo no soy la que me tengo que disculpar, grandísimo genio! Si me fui,
tenía mis razones.
—Las tenías, pero no
debías irte así.
—Me voy cuando
quiera, Caleb.
—Ap, yo… —Antes de
seguir, analizó a su alrededor y se dio cuenta de que todos miraban la escena
con atención, aunque al voltear quitaron la mirada. Rodó los ojos.
—¿No podemos hablar
en privado?
Aunque le frunció el
ceño, asintió.
—Ya venimos chicos.
—les dijo Caleb a los demás.
—¡Usen protección!
¡No queremos embarazos adolescentes, por favor! —gritó Joseph. Caleb lo vio con
ojos asesinos y Joseph se mató de la risa, al igual que los demás.
April iba seria,
aunque sonrojada por el comentario que acababa de escuchar. No caería, se
decía, no caería tan fácil. Él debía disculparse y seguro le iba a discutir
hasta que se murieran en el bosque, así que haría su mayor esfuerzo. Síp, así
tenía que ser.
Cuando ya se habían
internado lo suficientemente lejos de los pervertidos de la fogata, April se
volteó y lo vio a los ojos.
—A ver, empieza. —Colocó
sus brazos en jarras y se preparó.
Caleb suspiró y por
unos segundos, no dijo nada, tan solo la observó… Justo cuando pensaba que se
quedaría así, reaccionó.
—Perdón. —dijo, casi
en un susurro.
—¿Ah? ¿Qué dijiste?
—le preguntó, desconcertada.
—Perdón por decirte
que coqueteabas con Raúl, perdona por culparte de algo en lo cual no tienes la
culpa, disculpa por ser un celoso de mierda y perdóname por descargar toda mi
furia y estrés en ti cuando lo único que querías hacer era tranquilizarme —Tomó
aire y lo dejó salir—. En fin… Perdóname.
Instantáneamente se
le ablandó el corazón, justo cuando pensaba que él era igual que los demás…
—¿Y por qué hiciste
todo eso?
—Bueno, es simple. —Comenzó
a caminar de un lado a otro, moviendo sus manos a la hora de hablar—. No me
gusta verte con otro que no sea yo, no me gusta estar en esta situación tan
molesta y los besos que he recibido hasta este momento en el día son mínimos y
debes saber que si alguien pudiera describir el paraíso, tus deliciosos besos
serían este mismo. Además, soy medio bipolar a ratos y necesito que entiendas,
Ap.
—¿Entender qué?
—preguntó con un nudo en la garganta. Él se detuvo en seco y la miró
intensamente.
—Que esto que
nosotros sentimos no es atracción de un día a otro o “amor a primera vista”, lo
que nosotros tenemos va más allá de eso. Si tengo celos no es que no te quiera
o no confíe en ti, sino porque…
Vaciló
unos segundos antes de hablar.
—¿Porque qué?
—Porque te quiero,
Ap. Bueno, no te quiero, te amo. Yo… —Se pasó una mano por el rostro—, sé que
es demasiado temprano para decir algo así, pero yo me siento de esta manera y
estoy seguro de que te sientes igual. No me puedes decir que no. Es medio
imposible.
—Puede ser imposible,
porque yo no te amo como tú me amas a mí, Caleb. —El corazón de Caleb se sintió
a desgarrar, todo su mundo se vino abajo en 2 segundos. ¿Cómo era eso posible?
Estaba seguro de que ella era la indicada, ¿Por qué? ¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Dónde?
—Pero… Ap, yo…
—No, Caleb. No.
—¡April, pero como me
dices esto! ¡Sé que es apresurado y no debí haberlo dicho así, sin embargo sé
que…! —Puso un dedo en sus labios.
— Estoy realmente
segura de que yo te amo más.
Él suspiro, todo su
cuerpo relajándose. La sonrisa que lo invadió parecía de idiota, pero no le
importó. Sin perder tiempo, April se tiró encima de él y pasándole sus brazos
por el cuello, le plantó un gran beso en los labios. La agarró de la cintura,
pero antes de que pudiera devolvérselo, ella se separó un poco.
—Y que sepas, que sí
te he perdonado, por si no ha quedado claro.
Le mordió el lóbulo
de su oreja, mientras que April se reía.
—Me traes loco,
hermosa… —le susurró.
Y la besó, su mundo
desvaneciéndose con ella. Sus besos eran largos, apasionados, más de lo que
había sido nunca, parecían casi desesperados. Jurarían que hasta se veían cosas
demás pasando por esos besos… Ella siempre le tocaba el pelo, le encantaba
sentirlo rasposo contra su palma y él disfrutaba de cada caricia que ella le
daba como si fuese el último que iba a recibir. Tenía sus manos por todo lado,
su cintura, su espalda… Todo iba tomando más furor, tanto que el ambiente
empezó a hacerse hasta más pesado…
—Es tan tierno…
—susurró Joseph en la oscuridad.
—Adorables, pero vaya
que son empalagosos… —le replicó Jeremy, quien había sido la mente macabra
responsable de que todos —excepto Raúl—, estuviesen viendo eso. Él se había
quedado cocinando la comida, pero ellos no perdían tiempo.
—Amigo, sonaré
realmente pervertido, pero sus besos me calientan…
—No te culpo, a mí me
pasa igual.
—Eso es porque
ustedes dos son gemelos y de tal palo tal astilla… —les regañó Gabe a ambos.
Ellos sonrieron.
—Bueno, mira quién
habla… —Los dos vieron hacia los pantalones de Gabe, bueno, específicamente al
gran bulto que sobresalía y él se
sonrojo.
—Ustedes no pueden
decir mucho. —les dijo Gabe e instintivamente, voltearon sus cabezas hacia
abajo por igual y se miraron.
—Mierda —dijeron al
unísono.
Mientras todos
hablaban, Caleb se fue separando suavemente de April.
—¿Oíste algo? —dijo,
quitándose unos centímetros y buscando a su alrededor.
—Me pareció oír
voces…
—Sí, a mí también.
Sigilosamente, ambos
empezaron a rebuscar por allí, preparándose para sacar un arma o lo que fuera
para tener con que defenderse… Claro, usarían ramas, porque no tenían nada a
mano.
El trío detrás de los
arbustos ni se daba por enterado, discutían sobre algo realmente estúpido y por
ello, no se dieron cuenta cuando Caleb se había acercado por detrás, mientras
que jalaba de los pelos a Jeremy, levantándolo poco a poco.
—¡Mira, Ap! No sabía
que aquí vivían algunos zorrillos… —April se volteó a ver qué pasaba y abrió
los ojos como platos cuando vio aquella escena. Fue acercándose y entre más
cerca estaba, más fuerte reía.
—Auch, auch… ¡Eso
duele, eso duele! —gritó Jeremy, sorprendido.
—¡Claro que duele!
Esa es la idea… ¡Gabe, Joseph levanten sus traseros de ahí y díganme qué rayos
están haciendo acá!
Los dos menearon la
cabeza, sin querer levantarse.
—Créeme amigo, no
quieres eso.
—Vaya que lo quiero
¡Arriba! —Se observaron y siguieron negando con su cabeza.
—Chicos, lo mejor es
hacerlo, miren al pobre Jeremy, Caleb le va a arrancar el pelo… —les advirtió
April. Analizó al pobre chico y puso una mano en su hombro—. Caleb, suéltalo
ya, enserio...
A regañadientes, lo
fue soltando, mientras que Jeremy hacía muecas del dolor.
—Maldito… —gruñó él.
—Ahora, chicos.
Háganlo.
—No —dijeron al
unísono.
—Vamos… —La voz de
Caleb se fue haciendo cada vez más grave.
—Que no.
—Si no lo hacen, haré
lo mismo que con el otro cabrón.
—Am… Caleb, creo que
no es la mejor idea —dijo April, acercándose con cuidado. Él la vio confuso y
negó con su cabeza.
—Sí es buena idea.
¡Háganlo ya!
Finalmente, casi
gruñendo, Joseph y Gabe se levantaron, avergonzados. Caleb los registro con
desprecio de arriba hacia abajo… Hasta que llegó al gran bulto en sus
pantalones y entrecerró sus ojos. Los miró fijamente.
—Díganme que no creo
que es lo que creo… —les dijo lentamente, casi susurrándolo.
—Am… No es lo que
crees que es —mintió Gabe. Él le vio furioso.
—¡Ni que fuera
estúpido! ¡Obviamente es lo que yo creo que es! Son unos pervertidos de mierda,
eso es lo que son… ¡Espiarnos aquí para calentarse! Vaya idiotas.
—No fue a propósito,
sólo veníamos a curiosear, no sabíamos que se iban a poner tan… —Jeremy alzó
las cejas sugestivamente—, intensos.
April volteó los
ojos.
—Caleb, no importa,
no te pongas así…
—Pero…
—Nada, sólo… Déjalo
así.
—Vale. —murmuró,
enfadado. Todos se voltearon a ver, dejando salir el aire que estaban
conteniendo, sabían que él los podía apalear por algo como aquello. April los
había salvado por el pellejo.
Ya tranquilos,
empezaron a marchar devuelta a su refugio. Caleb tomó la mano de April y los
demás caminaban por delante, pasando ramas y golpeándose con algunas de ellas.
Los arbustos picaban y ya se veía la gran luna menguante que se asomaba en las
estrellas. Animales nocturnos aparecían y hacían sus raros, aunque hermosos
ruidos en el ambiente.
Finalmente, lograron
ver el humo de la gran chimenea que construyeron hace poco y aspiraron
profundamente. Olía a pescado recién cocinado y con lo muertos de hambre que
estaban, se sentía como la gloria.
Raúl se encontraba de
lo más tranquilo, cocinando todo y dejando lo que ya estaba preparado en un
tronco aparte. Ya sólo le quedaba 1 pescado sin cocinar y todos se tiraron a los
alimentos como desaforados.
—¡Comida! —gritó
Joseph en un tono realmente raro. Tal vez era hambre… Síp, debía ser eso. Cada
uno agarro un pedazo y empezó a mordisquearlo y disfrutarlo, casi podían tener
un comiorgasmo allí mismo…
—Ustedes sí que son
bebes… El cuerpo humano puede aguantar, por lo menos, 6 días sin agua y 4 sin
comer. 6 horas no deberían ser nada para ustedes —les reprendió Raúl.
—Pues, disculpa por
ser adolescentes normales y comer frituras como cada 2 horas. ¿Crees que mi
metabolismo no es rápido? ¡Hombre, paso trabajando con químicos y hasta me
hacen sudar! Jeremy me comprende… ¿Verdad, hermano?
—Totalmente de
acuerdo —dijo, mientras trataba de tragarse un gran pedazo de pescado.
—Ellos tienen un
punto. Yo he tenido que hacer cada misión… Créeme, terminas sudando en partes
que jamás habías pensado que podrían sudar. —intervino Caleb, metiéndose un
gran bocado en la boca.
Raúl vio con
esperanza a April.
—Dime que no me vas a
decir que tienes metabolismo rápido también.
—Disculpa, querido,
pero sí lo tengo…
—Claro que lo tiene,
¿No ves su figura? —Caleb le sonrío pícaramente y ella se sonrojó. La hacía
sentirse la mujer más bella del mundo.
—Ugh, que asco… Aquí
vienen —Gabe les vio con disgusto— ¡Búsquense una cama!
April, quien acababa
de tomar un poco de su comida, casi se atraganta con el comentario, volviéndose
más roja de lo que ya había estado. Todos se fueron encima de ella, para
asegurarse de que no muriese.
—Recuérdenme una
cosa… ¿Sí? —Todos asintieron—. La próxima vez que me ofrezcan en irme en una
misión con todos ustedes, háganme decir que no, ¿vale?
Se empezaron a oír
murmullos como “No lo creo” y “Sólo tú te lo tragas”, pero ella les frunció el
ceño y se levantó.
—Hablo enserio…
La vieron
desafiantemente y después de ocho segundos así… Empezaron a reír otra vez.
Nunca lo harían.
—¿Con qué no me harán
caso? —Sin darles tiempo de pensar, April les dio un golpe a cada uno en el
brazo. Fuerte. Realmente fuerte.
—¡Joder! ¿Por qué fue
eso? —le gritó Raúl, enojado.
—¡Por burlarse de mí!
—No nos estábamos
burlando, estábamos divirtiéndonos entre amigos… —le reprochó Gabe, acariciando
su brazo derecho. Justo le había golpeado en el malo.
—Ap, cariño, ¡Me
golpeaste jodidamente fuerte! ¿No podías tener más compasión por tu novio?
—No… Considerando que
aún tengo un poco de rencor contigo por lo de hace un rato, así que… —él la vio
con dolor fingido.
—¡Oh amigo! ¡Me
hubiese encantado ver como la cagaste! —intervino Jeremy, sonriendo.
—Ya somos dos. —dijo
Joseph.
—Qué raro, los
gemelos… —Raúl volteo sus ojos.
Caleb le sonrío y se
acercó a ella, terminando con su pescado.
La tomó por la
cintura.
—Te aseguro que me
perdonaras si duermes conmigo esta noche.
—¡Caleb! —gritó ella,
asombrada— ¿Estás hablando en serio?
—No seas malpensada,
no te estoy pidiendo que tengas sexo conmigo… —lo pensó unos segundos y le dio
una mirada pícara—, aunque si quisieras tenerlo sería maravilloso.
—¡Hey, tienen
público, tortolos!
—Prometemos no hacer
mucho ruido. —les guiñó un ojo, pero luego volteó a ver a April preocupado—
Aunque… No prometo nada, considerando que Ap podría no cumplir esa promesa…
Dime, princesa, ¿Quieres una rama o algo para morder?
Todos los vieron
asqueados.
—April, dile que se
calle. Me está traumando de una manera realmente grotesca —le rogó Gabe.
—Admítelo, te estas
calentando.
—¡Caleb!
—Bueno… —dijo Gabe,
con una mirada culpable.
—¡Gabe!
—¡Hey, no es su
culpa!
—¡¡Jeremy!!
—Ap, no los culpes.
Caleb tiene un punto… —dijo Raúl, encogiéndose de hombros.
—¡Ay, Dios ustedes
son unos pervertidos! —les reprobó ella, enfadada. Todos se echaron a reír.
—No es que sean
pervertidos, princesa, es que tú eres muy ingenua —le susurró Caleb, al oído
mientras que ella se ponía más roja aún—. Entonces, ¿dormirás conmigo no?
¡Hombre, ni siquiera te preguntaré! Lo harás.
Ella asintió.
—Sí, lo haré… Pero
nada de tratar de meterme mano, es sólo dormir.
Con un suspiro
resignado, Caleb asintió.
—Está bien…
—Y hablando de
dormir… ¿Dónde rayos dormiremos? —les preguntó Jeremy.
—En la tierra, ¿No? —dijo
Gabe, haciendo una cara de asco.
—Pues sí, pueden usar
sus ropas como almohada, las que trajeron de repuesto. Créanme, les servirá.
April se encogió de
hombros.
—No le veo el
problema, hagámoslo.
Todos empezaron a
tomar lo que traían y lo esparcieron en el suelo. Después de unos minutos,
tenían un tipo de cama de ropa que parecía muy confortable, aunque claro, no lo
era.
—Se ve mejor de
lejos… —se quejó Joseph, mientras se acostaba.
—Yo lo siento
perfecto —declaró April, quien se encontraba acostada en el pecho de Caleb. Él
tenía un brazo alrededor de sus hombros y ella tenía su cabeza metida en su
pecho, oliendo su esencia.
—Pues claro que esta
perfecto para ti, Caleb es tu almohada y tú eres su cobija. Son tan empalagosos
ustedes dos… —se quejó Gabe.
—Meh, el gay esta
celoso… —anunció Jeremy.
—Idiota…
—¡Tú lo serás!
—¡Ya cállense,
chicos! —les dijo Raúl, frunciendo el ceño. Todos se callaron.
—Así me gusta…
—bromeó Caleb, mientras se acurrucaba un poco más a April. Ella le sonrío tiernamente y le dio un pequeño beso, para después observar las grandes
estrellas en el cielo.
—¿Crees que las
estrellas en serio nos controlan? —le preguntó, soñadora.
—Tal vez… Nunca se
sabe, el alquimismo es algo realmente increíble. Ya sabes, es como un tipo de
magia, pero a la vez no lo es. Es… es algo nuevo, innovador.
—Totalmente de
acuerdo—susurró, haciendo pequeños círculos en su pecho—. A veces, imagino la
magia de las brujitas, ya sabes, como en las películas y demás y… Es un poco
parecido a la alquimia, sólo que hay una gran diferencia.
—¿Y cuál es?
—Creo que, la
alquimia es un poco más creíble… Más cierta, menos soñadora o extravagante,
pero sigue teniendo su encanto… La alquimia, según mi punto de vista, es
hermosa.
—¿Te digo algo más
hermoso que la alquimia? —le preguntó, de pronto muy cerca de su oído.
—¿Qué?
—Tú…
April se volteó un
poco para encararlo y solo pudo hacer lo que tanto amaba. Besarlo como si no
hubiese un mañana…
Claro, el público de
alquimistas no disfrutaba tanto como ellos…
Wiiiii!!! Súper!!!!! Me encanto, es genial q estés devuelta!!!! Ya te extrañaba. Publica pronto!!!!
ResponderEliminarBesotes!! :)
Pd: sory, me presento, soy nueva lectora. Me llamo Olivia, pero llamame como quieras.
Olivia!!!! Me has dejado como... O.O!!! Que linda :3! Muchas gracias por leer mi historia! Y además, por extrañarme! jaja ^^! Pensé que me costaría que me volverian a leer porque... ¡Pase mucho tiempo sin subir nada! Pero, hoy me metí y vi que tenía varias visitas y me alegraron el día :3!
Eliminar¡Es un placer conocerte :3! Gracias por el coment ;)
Sweetie! Juro que no me he spoileado nada, solo pasaba a decirte que tienes un premio en mi blog :) http://lachicadelosparentesis.blogspot.com/2012/07/premiomemecomo-se-diga.html
ResponderEliminarYa me iba a enojar! jajaja dije, nada! Esta chica se hizo un spoiler gigante ¬¬!! Awwn grazzie! Ahora voy por él ;)
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